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Mas antes que el mensajero viniese a él, dijo él a los ancianos: ¿No habéis visto como este hijo del homicida me envía a quitar la cabeza? 33 Aun estaba él hablando con ellos, y he aquí el mensajero que descendía a él; y dijo: Ciertamente este mal del SE

Un gran mensajero de vida y de los más transportables es la sólida nuez de coco, la cual no sólo viaja, sino que, arrojada sobre los arrecifes, basta que encuentre un poco de arena blanca para medrar en sitios donde perecería otra planta cualquiera. El agua salobre no le amedrenta, se sirve de ella como del agua dulce, y crece también.

El mayor monstruo, los celos .Calderón Este drama es una verdadera tragedia, en que domina el destino, y uno de los primeros gérmenes de esos cuadros monstruosos, creados por una imaginación impotente y ávida de lo extraordinario, que pulularon por los teatros alemanes al conocerse las obras de Calderón; pero ¡cuán profunda é ingeniosa es la idea, que nos ofrece nuestro poeta de esa fatalidad, ofreciéndola como el presentimiento del alma que penetra angustiosa en lo porvenir! Marianne cuenta á Herodes, que la ama tiernamente, cierta profecía de un astrólogo, según la cual, ella misma sería sacrificada por el mayor monstruo del mundo, y que su esposo había de matar con su puñal á la persona á quien más amase sobre la tierra. El Tetrarca procura sosegar á su esposa, y tira á la mar su puñal para hacer vana la profecía. En el mismo instante se oye un grito de dolor detrás de la escena; preséntase en ella un cierto Ptolomeo, herido por la caída del arma, lleno de sangre y clavado el puñal en la herida, devolviendo de este modo el instrumento fatídico á las manos de su dueño; Marianne tiembla, al observarlo, pero ocurren otros sucesos, que la distraen de esa temible profecía. Antonio y Cleopatra han sido vencidos por Octaviano, y el Tetrarca, auxiliar de los primeros, vencido también. Aristóbolo, hermano de Marianne, enviado por él al campo contra Octaviano, hace prisionero á su cuñado, y lo lleva ante el vencedor. Ve entonces, en poder de Octaviano, un retrato de Marianne, arrancado á Aristóbolo por el primero, y poco después, otro igual, pero de mayor tamaño, que Augusto, inflamado de amor al verlo, ha hecho copiar del primitivo. Herodes, lleno de rabiosos celos, intenta matar á Octaviano al entrar en su tienda; pero en el mismo instante el retrato de Marianne se cae, y se interpone entre uno y otro, y el puñal lo atraviesa de parte á parte. Es sorprendente el arte del poeta en mantener vivo en los espectadores, por esos diversos signos, el presentimiento de la suerte final que espera á Marianne. El puñal se queda en poder de Octaviano, y el Tetrarca es encerrado en la cárcel. Sentenciado á muerte, despacha un mensajero á Ptolomeo con una carta secreta, en la cual le encarga que mate á Marianne, en cuanto tenga noticia segura de su muerte; pero esta carta llega á las manos de Marianne, indignada con extremo de la injusta sospecha de su esposo: pide primero á Octaviano su perdón, y lo consigue, retirándose luego á sus habitaciones más escondidas, por haber anunciado á Herodes que no la verá más en su vida. Herodes, furioso por haber descubierto Ptolomeo su secreto, intenta matarlo; Ptolomeo busca su refugio en Octaviano, y lo lleva de noche, para vengarse de Herodes, al aposento de Marianne.

El mensajero de Dios la excita á casarse con él, no para esta vida terrestre, sino para la vida eterna; la pecadora arrepentida accede á sus ruegos, apoderándose la muerte de su cuerpo, incapaz de resistir á tan violentas emociones, y llevándose el ángel su alma á la mansión celestial. Semejante á éste es el argumento de La condesa bandolera.

El mancebillo Mercado, muchacho despabilado y despierto, avizora las rejas de María, y mi gozque, que lleva delantera en esto de avisado, se encuentra en este propio instante donde vos querríais hallaros, esto es, ante los ojos de la muy alta y muy ilustre señora doña María de la Granada, otorgada esposa de... pero hele, hele por do viene nuestro mensajero el gozque, que nos dará lenguas de todo.

Pudieron persuadir á un moro que llevase cartas de Cervantes al gobernador de Orán para probar de nuevo, si era posible, librarse á mismo del cautiverio y á otros tres compañeros. Pero el rey Hassán descubrió el proyecto, empaló al mensajero y condenó á Cervantes á 2.000 azotes en castigo de haber escrito la carta.

Una hora antes había enviado un mensajero á la Galería de la Industria avisando á Ra-Ra que viniese á esperar á Gillespie en la puerta más próxima. Tal vez era esto una imprudencia, pero ya no había tiempo para disponer algo mejor. El Gentleman-Montaña debía cuidar de que Ra-Ra conservase oculto su rostro y no incurriese en las audacias de otras veces.

-Así es como el señor gobernador dice -dijo el mensajero-; y cuanto a la entereza y entendimiento del caso, no hay más que pedir ni que dudar. -Digo yo, pues, agora -replicó Sancho- que deste hombre aquella parte que juró verdad la dejen pasar, y la que dijo mentira la ahorquen, y desta manera se cumplirá al pie de la letra la condición del pasaje.

De esta manera se cumple en toda su extensión el oráculo: el astro brillante, como un cometa mensajero de males, pero iluminando también la tierra, se extingue al cabo, y las cosas siguen su curso ordinario .

No les cogía de sorpresa el inusitado campaneo, porque ya la noche anterior había despachado el abad un mensajero especial á todas las dependencias exteriores del monasterio, con orden de anunciar en ellas la proyectada reunión general del día siguiente.