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El mancebillo Mercado, muchacho despabilado y despierto, avizora las rejas de María, y mi gozque, que lleva delantera en esto de avisado, se encuentra en este propio instante donde vos querríais hallaros, esto es, ante los ojos de la muy alta y muy ilustre señora doña María de la Granada, otorgada esposa de... pero hele, hele por do viene nuestro mensajero el gozque, que nos dará lenguas de todo.

Y esto sucedió entonces. Un mancebillo de Rivota saltó al cabo por encima de la hoguera y después de saltar gritó con voz recia: «¡Viva LoríoUn estremecimiento de susto corrió por toda la plazoleta. La inquietud y el malestar se pintaron en todos los semblantes. Otro chicuelo de Canzana hizo inmediatamente lo mismo y gritó con voz más recia aún: «¡Viva Entralgo

En un instante no quedó mujer alguna delante de la casa del capitán. De nuevo saltó el mancebillo de Rivota gritando: «¡Viva Lorío!» Y otra vez le siguió el de Canzana contestando impetuosamente: «¡Viva EntralgoEntonces de las filas espesas y amenazadoras de Lorío salió una voz varonil que dijo secamente: «¡MueraFué la señal.

Luego, con la frase entrecortada por el llanto: Ya no eres, no, el hijo aquel de mis entrañas que caminaba tan radioso por el camino de la humildad y la penitencia, y que ofreció desde niño su vida al Señor, ¡aquel mi Ramiro!... ¡aquel mi mancebillo santo! Con estas palabras ocultó de nuevo el rostro entre las manos, sin levantarse.

¡Virgen Santísima y qué barragán será cuando le crezcan las barbas! exclamó la mujer, espantada de que aquel mancebillo hubiera dado muerte al terrible animal sin la ayuda de nadie. Luego le pidió que le siguiera; pero Ramiro, acercándose a un portillo que abría hacia el campo, apoyó un momento la espada en el muro, y tomando el cuerno tocó tres veces con fuerza.

Meditaba, señor Velasco repuso Ramiro, en los graves desengaños de este mundo, y que cuando yo era mancebillo daba por seguro llegar a ser algún día un Hernán Cortés o un Gonzalo de Córdoba; e agora he venido a parar en el más ruin y cuitado de los pajes. ¡Si mis ojos fueran capaces de llorar!

Mi padre añadió Beatriz, siendo un mancebillo, marchose a la guerra. Esto lo digo sólo por aguijaros. Desde ya me obligo; pero no crea ninguno que he de padecer en la guerra más que aquí, ni que han de ser en ella más arduos los peligros, ni más duros los cautiverios, ni más propincua la muerte. Incomprensible os volvéis.