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Actualizado: 12 de julio de 2025
Ya en el barco me pintaron el porvenir de color de rosa; me dijeron que podía hacerme rico, y yo dije: Bueno, sigamos adelante. El hombre, en la vida y en el mar, no tiene mas que dos caminos: el torcido y el derecho. Mientras se marcha por el camino torcido, es inútil hacer cosas buenas; va uno dando tumbos y tumbos, perdiendo las velas, hasta que queda uno desarbolado.
Son las cinco llagas del Señor, pues más adelante dice así un emperador, adorándolas: «¡Adóroos, llagas preciosas, Remos del mar más profundo! ¡O insignias piadosas De las manos gloriosas Las que pintaron el mundo; Y otras dos De los pies, remos por nos, De su parte de la tierra! Esos remos vos dió Dios Para que nos libréis vos, Y paséis de tanta guerra.»
Son historias, cosas de su época que pintaron ahí los vidrieros, y cuyo intríngulis se ha perdido, sin que haya cristiano que pueda pillarlo. Y señalaba los ventanales de la segunda nave, por los que se filtraba la luz de la tarde con un tono acaramelado. Mire usted allí prosiguió el perrero . Un señor con capa roja y espada sube por una escalera de cuerda. En la ventana le espera una monja.
Los famosos pintores de frescos, así antiguos como modernos, dándose cuenta de esto, pintaron por largos planos, con tintas monótonas, esquivando la sensación obvia de volumen y profundidad; fueron deliberadamente superficiales. Yo interrumpo a la sombra locuaz, de voz de eunuco: En la iglesia vecina ha sonado el Ángelus meridiano. En una hora interrumpiré mi trabajo.
Y esto sucedió entonces. Un mancebillo de Rivota saltó al cabo por encima de la hoguera y después de saltar gritó con voz recia: «¡Viva Lorío!» Un estremecimiento de susto corrió por toda la plazoleta. La inquietud y el malestar se pintaron en todos los semblantes. Otro chicuelo de Canzana hizo inmediatamente lo mismo y gritó con voz más recia aún: «¡Viva Entralgo!»
Púsose lívida de repente, se le pintaron en la cara las angustias de otros días, y llevó hasta ella sus manos cruzadas y convulsas. Me movió a compasión la pobre mujer, y sentí remordimientos de haber sido yo el causante de aquella crisis amarga.
También fueron muy frecuentes los techos de azulejos llamados de «ladrillo por tabla» ocupando los espacios de las viguerías en forma de casetones. Por último, en los comienzos del siglo XVI se pintaron techos planos al claroscuro, con dibujos de lacerías o con casetones de estilo plateresco. Fuentes de mármoles ó revestidas de azulejos completaban la artística decoración del patio.
»Amigo mío, durante dos días he vivido tan lejos de la sociedad, cual si me hubiera transportado a otro planeta; he podido apreciar la rara hermosura de un día de sol, la pureza del ambiente, la profunda melancolía de la noche, mar donde el pensamiento navega a su antojo sin llegar jamás a ninguna orilla; he experimentado la indecible satisfacción de que centenares de hombres con casaca, entorchados y sombreros de distintas formas, pero todos más feos que los que en Egipto ponen al buey Apis, pasen junto a mí sin saludarme; he conocido el purísimo deleite de ver pasar los minutos, las horas, los días, cual cortejo de dulces sombras que llevan en sus suaves manos la vida, a la manera de aquellas deidades hermosísimas que pintaron los antiguos, transportando en sus brazos las almas de los justos al cielo; he saboreado las delicias de no ir a ninguna parte deliberadamente, de sentir mis hombros libres de toda obligación, de no sentir en mi pensamiento ese hierro candente cuya quemadura significamos en el lenguaje con la palabra <i>después</i>, y que encierra un mundo de deberes, de ocupaciones, de molestias sin fin.
No es cura afirmó la Comadreja . ¿No le ves unas patillitas como las de un padronés? Pero, mujer, si lleva alzacuello. ¡Qué alzacuello! Corbata negra. El gordo es un inguilis. ¡Ay Jesús; parece que le pintaron la barba con azafrán! ¿Y aquello qué es? ¡Madre mía de la Guardia!; un anteojo en un ojo solo, y colgado en el aire; ¡mira, mira! Callar, que vienen para acá. Vienen aquí en derechura.
Lo entarimaron, lo alfombraron, después pintaron sus paredes y su techo, amuebláronlo con algunas sillas y butacas, pusieron mesas de tresillo y comenzaron a asistir tarde y noche a aquel sitio tan asiduamente como antes al Saloncillo.
Palabra del Dia
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