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Actualizado: 2 de junio de 2025
Allí estaban la tía Brígida, la tía Jeroma, Elisa y la vieja Rosenda, que deseando hacer olvidar sus desacatos antiguos, se inclinaba sonriente y melosa delante de Flora y le besaba las manos. Detrás del enorme corro de la gente, con el rostro ceñudo y sombrío, hallábase el homicida Bartolo.
Miraba ella a todos lados con aire distraído, y evitando poner sus ojos en la mesa cercana. Al terminar el desfile, cuando la alegría general hacía conversar a unos grupos con otros, las obsequiosidades de Munster le hicieron volver el rostro hacia los vecinos. El joyero, con una cortesía melosa, elevaba su copa de champán en honor de la señora.
Y esgrimió el bastón ante la imagen hechicera de la dama vestida de baile. «Has contravenido mi plan; te has burlado de mis recetas. No te salvarás, Isidora. Yo te abandono a tu desgraciada suerte. Siéntese usted, Augusto; deje usted el sombrero» dijo Eponina con melosa urbanidad.
Volvió á abrazarles Torquemada, diciéndoles con melosa voz: «Hijos míos, sed buenos y que os aproveche el ejemplo que os doy. Favoreced al pobre, amad al prójimo, y así como yo os he compadecido, compadecedme á mí, porque soy muy desgraciado. Ya sé dijo Isidora, desprendiéndose de los brazos del avaro, que tiene usted al niño malo. ¡Pobrecito! Verá usted cómo se le pone bueno ahora....
El valentón midió con una mirada al odiado intruso, y le habló con voz melosa, esforzándose por dar á su ferocidad y mala intención un acento de bondadoso consejo. Quería decirle dos razones: hacía tiempo que lo deseaba; pero ¿cómo hacerlo, si nunca salía de sus tierras? Dos rahonetes no més... Dos razoncitas nada más...
La bruja, lagotera y melosa, contaba, lloriqueando: Le han dicho a don Rodrigo mal de nosotros, hija mía; defiéndenos tú que eres una santa..., sálvanos de este disgusto tan grande.... Ya ves mi situación...: sin dinero, con un hijo a las puertas de la muerte.... Y besa que te besa, le ponía a Carmencita la cara hecha una compasión, entre gotas de llanto y rezumos de baba.
Sus ojos amorosos se fijaban en las cincuenta princesas mediterráneas, las Nereidas, que tomaban sus nombres de los colores y aspectos de las olas: la Glauca, la Verde, la Rápida, la Melosa... «Ninfas de los verdes abismos, de rostros frescos como el botón de rosa; vírgenes aromáticas que tomáis las formas de todos los monstruos que nutre el mar», cantaba el himno orfeico en la ribera griega.
En el silencio de la noche, Gabriel veía iluminarse su mazmorra; hombres con uniforme le empujaban por la escalera hasta una habitación donde le aguardaban otros con enormes garrotes. Un joven de voz melosa, con insignias de teniente y el aire perezoso de los criollos, le hacía preguntas sobre los atentados ocurridos meses antes abajo en la ciudad. Gabriel nada sabía, nada había visto.
Yo pregunté a la luna por los labios febriles de aquella dulce impúber, santuario del cariño, por sus mágicos ojos, que cuando me miraban eran caricias y mimos; por su boca melosa que en mis largas veladas se posaba en mi frente a calmar mi martirio.
El Fraile poseía sus letras y mostraba cierta afición al empleo de palabras raras, acentuándolas arbitrariamente, según las reglas de su capricho. Tenía la voz melosa, el ademán extremadamente cortés, gustaba de ingerir frases poéticas en su conversación, y había huído de la tierra natal por dos cuchilladas mortales dadas á un amigo.
Palabra del Dia
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