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Actualizado: 21 de junio de 2025
Riéronse mucho todas las presentes de la ocurrencia de Diógenes, y este, más que por darles placer, por machacarles las liendres, contóles entonces que Dios no había formado a nuestra madre Eva de la costilla de Adán, sino del rabo de una mona ... Porque aunque este fue su primer intento, y tenía ya la costilla en la mano para formar de ella a la que había de ser causa de tantas desdichas, una mona que le miraba hacer atentamente, arrebatóle de repente el hueso y echó a correr para esconderlo en su madriguera.
Pasábale las piezas al señor Manolo, y éste reía, con el goce brutal de la destrucción, ofreciendo a Maltrana los conejos para que los tentase. Aún estaban calientes: ¡cómo los dejaba la bicha al morderles!... Anunció el Chispas que ya no salían más; la madriguera estaba despoblada. El Mosco tiró de la cuerda y volvió a sonar el apagado cascabeleo.
En el regazo de doña Celestina vio una masa amoratada que hacía movimientos de rana; algo como un animal troglodítico, que se veía sorprendido en su madriguera y a la fuerza sacado a la luz y a los peligros de la vida; Bonis, en una fracción de segundo, se acordó de haber leído que algunos pobres animalejos del mar, huyendo de sus enemigos más poderosos, se resignaban a vivir escondidos bajo la arena, renunciando a la luz por salvar la vida: en prisión eterna por miedo del mundo.
Si San-Gil ocupa el centro mismo de Lóndres y es principalmente el barrio de la indigencia, la inmundicia y la suprema desnudez, Bethnal-Green y Spitalfields son los asientos del vicio en todas sus formas y con toda la hediondez de la crápula infame, en tanto que White-Chapel, que recoge sus reclutas en las filas de la miseria, es la espantosa madriguera del crímen.
Probablemente estarian desiertos y abandonados aquellos hermosos palacios, y sus antes deliciosos jardines yermos y convertidos en madriguera de alimañas. ¡Los bereberes habrian despojado sus lujosos pabellones, robado todas sus riquezas, destrozado aquel artificioso estanque de líquido mineral, aquellos tronos de oro y pedrería, aquellas fuentes de bronces y mármoles, aquellos baños voluptuosos, aquellos artesonados de oro, mármoles trasparentes y maderas incorruptibles, aquellas arcadas de ébano y marfil, aquellas costosas alfombras, aquellos doseles de brocado!... Muchos cercos sufrió la antigua sede del Califado andaluz desde D. Alfonso VI hasta S. Fernando en poco mas de cien años, y en este tiempo no hallamos que hicieran aprecio alguno de la desolada y desierta Medina-Azzahra ni los almoravides, ni los almohades sus impetuosos sucesores.
Quien ve aquella cara, ¿cómo ha de sospechar lo que hay dentro? Quien ve aquellos ojos divinos, donde tienen su madriguera los ángeles, ¡cómo ha de pensar que estos ángeles son una cuadrilla de secuestradores!... Yo estaba ciego, yo estaba tonto. Cuando me mandó la primera carta con su padrino, pidiéndome socorros, me pareció que se me abrían las puertas del cielo.
Volviéron al cabo al sitio donde etaban primero, habiendo visto la balsa, casi imperceptible para ellos, que llaman el Mediterráneo, y el otro estanque chico que con nombre de grande Océano rodea nuestra madriguera; al enano le daba el agua á media pierna, y apénas si se habia mojado el otro los talones.
Hace un mes que está sucediendo esto. Por lo mismo, apostaría cualquier hacienda á que el conde está en Madrid y en su casa á estas horas. Pues eso es peor, mucho peor. Guardaráme más profundo la condesa. Ya encontraremos hurón que llegue hasta lo último de la madriguera. Paréceme que me engañas, Juara.
Guardaban silencio, pero este silencio les decía mil cosas tiernas y placenteras que sus labios no serían capaces de pronunciar. Clara dio un grito. El caballo de Tristán había metido su casco en la madriguera de un conejo, y cayó de cabeza arrastrando al jinete, envolviéndolo. ¡Tristán, Tristán! gritó la joven arrojándose a tierra.
Elías es un loco rematado, es realista; pero con un fanatismo que le llevará hasta el martirio. ¿Y quiere á esa joven? No sé: yo lo dudo. Coletilla no ama más que al Rey, mejor dicho, al Príncipe real. Pues bien: á ver como me introduces en esa madriguera. Es preciso entrar de ocultis dijo con la más maliciosa sonrisa el abate.
Palabra del Dia
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