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Actualizado: 25 de junio de 2025


Siguieron los ejercicios corporales; el ruido del agua, la luz de los relámpagos, los truenos lejanos, la obscuridad ambiente, los vapores de la comida, la estrechez del corredor, todo los animaba, los arrojaba a la alegría aldeana, a los juegos brutales de la lascivia subrepticia, moderados en ellos por instintos de la educación.

Los criados, siempre nuevos y de lejanos valles, pedían la cuenta con premura, y Carmen, llena de espanto, se escondía en el último pliegue de la casa a temblar como una hoja. Pasaba la tempestad, doña Rebeca guisaba, su hija ponía la mesa con mucha solemnidad, y todos comían amigablemente, con apetito y abundancia.

Ana pasaba horas y más horas en la soledad de su caserón: a su lecho llegaban los ruidos lejanos de la calle apagados, como aprensión de los sentidos. Allá abajo, en la cocina, quedaba Servanda, y a veces Petra. Anselmo silbaba en el patio, acariciando un gato de Angola, su único amigo.

, señor; pero parientes lejanos; mi madre y mis otros hermanos murieron hace mucho tiempo... mi hermana se casó hace cuatro años... vive allá... ve... derecho a ese rosal... ¡Ah! agregó repentinamente dirigiéndose a la planta, vean qué dos pimpollos tan lindos, ¿eh? y cortándolos volvió con ellos al camino diciendo al separarlos pues estaban en un mismo gajo: uno para usted... y otro para usted...

¡Canástoles! ¡y se lo decía tan fresca y tan!... Pues para fingimiento y embustería, ya pasaba de la raya aquello; y si le hablaba en verdad, le quedaba por andar todo el camino para llegar adonde se dirigían él y su hermana desde tiempos bien lejanos. ¡Por vida de!... Tocó enseguida otro registro nuevo: Peleches.

Todos están igualmente lejanos de Timor para nosotros replicó Van-Stael. Yo creo que nuestra situación no es desesperada, Capitán, y que con un poco de valor lograremos salir de este trance. Por eso quería saber si estamos muy distantes de Dory. ¿Del puerto de Dory? preguntó el Capitán, en cuyos ojos brilló un relámpago de esperanza.

La multitud que escuchaba experimentó dolorosa sacudida, se agitó tumultuosamente unos instantes, lanzó exclamaciones incoherentes contra los malditos animales, trató de imponerles silencio a gritos, y, por último, visto lo inútil de sus esfuerzos, se resignó a esperar que cesasen. Los ladridos, en efecto, se fueron extinguiendo paulatinamente, haciéndose cada vez más raros y lejanos.

También yo esa historia dijo Pep . Me la contaron de chico muchas veces y se la he contado yo a los míos... No digo que no sucediese así; pero sería en otros tiempos... otros tiempos muy lejanos: cuando hablaban los animales. Para Pep, la más remota antigüedad y el estado dichoso de los hombres era siempre en el tiempo feliz «cuando hablaban los animales».

El Océano es voz que habla á los lejanos astros, contesta á su movimiento en su idioma grave y solemne. Habla á la tierra, á la playa, con patético acento; dialoga con sus ecos: plañidero unas veces, amenazador otras, ruge ó suspira. Y á quien se dirige, sobre todo, es al hombre.

Los huertos de naranjos extendían sus rectas filas de copas verdes y redondas en ambas riberas del río; brillaba el sol en las barnizadas hojas: sonaban como zumbidos de lejanos insectos los engranajes de las máquinas del riego, la humedad de las acequias, unida a las tenues nubecillas de las chimeneas de los motores, formaba en el espacio una neblina sutilísima que transparentaba la dorada luz de la tarde con reflejos de nácar.

Palabra del Dia

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