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Actualizado: 28 de junio de 2025


Roncaron de nuevo los motores de los automóviles, el niño de la cascada abandonó su refugio con la esperanza ilusoria de que se fijasen en él y le diesen algo por despedida, y otra vez se vieron Maltrana y su séquito pasando a gran velocidad entre las frondosidades de Tijuca. Pero ahora no iban silenciosos y preocupados; el sol era más vivo, los árboles más verdes.

Ahora todos permanecían silenciosos, con gesto de enfurruñamiento, pensando en la propia suerte, sin preocuparse de lo que dejaban á su espalda. Fuera del parque zumbó un ruido de muchedumbre. Negrearon los caminos. Empezaba otra vez la invasión, pero con movimiento de reflujo. Pasaron durante horas enteras rosarios de camiones grises entre los bufidos de sus motores fatigados.

Los huertos de naranjos extendían sus rectas filas de copas verdes y redondas en ambas riberas del río; brillaba el sol en las barnizadas hojas: sonaban como zumbidos de lejanos insectos los engranajes de las máquinas del riego, la humedad de las acequias, unida a las tenues nubecillas de las chimeneas de los motores, formaba en el espacio una neblina sutilísima que transparentaba la dorada luz de la tarde con reflejos de nácar.

«Cada uno de esos imperceptibles dice Maury, cambia el equilibrio del Océano; todos le armonizan y son sus compensadores.» ¿Con esto está dicho todo? ¿Acaso no serían esos motores esenciales los que han creado las grandes corrientes y puesto en movimiento la máquina? ¿Quién sabe si ese circulus vital de la animalidad marina no es la rueda motora de todo el circulus físico; si el mar animalizado no da la oscilación eterna al mar animalizable, por organizar aún, si bien sólo aguarda la ocasión de serlo fermentando de vida cercana?

Y en todos estos vehículos, que únicamente conservaban nuevos y vigorosos sus motores, vió soldados, muchos soldados, pero todos heridos, con la cabeza y las piernas entrapajadas, rostros pálidos que una barba crecida hacía aún más trágicos, ojos de fiebre que miraban fijamente, bocas dilatadas como si se hubiese solidificado en ellas el gemido del dolor.

Hay tenerías en el barrio de la Florida y una fábrica de bayetas al otro lado del Turia: la agricultura es la ocupación especial en Teruel, sin que, como dejamos indicado, sean conocidos hasta ahora, los preciosos resultados del vapor y demás agentes motores.

Dos maquinistas que con la afición germánica a los títulos y jerarquías se titulaban ingenieros terceros cuidaban, cada uno por separado, de los dos grandes motores que hacían marchar al buque. Otro ingeniero tercero vigilaba las máquinas auxiliares productoras de la luz y el frío.

Otras veces quedaba vacilante, no sabiendo cómo se hacía lo que acababa de ordenar, y era indispensable una intervención de la mestiza para sacarla del apuro. En la cocina, una gran lámpara, alimentada con la misma esencia de los motores que perforaban el suelo, servía para los guisos.

Su corazón se oprimió con el presentimiento de que todo este aparato bélico era á causa de alguna otra inconveniencia cometida por el gigante. Sobre la cumbre de la colina flotaban varias máquinas voladoras. Otras iban aproximándose á toda fuerza de sus motores, viniendo de distintos puntos del horizonte.

El joven Desnoyers conoció en estas reuniones al matrimonio Laurier. El era un ingeniero que poseía una fábrica de motores para automóviles en las inmediaciones de París: un hombre de treinta y cinco años, grande, algo pesado, silencioso, que posaba en torno de su persona una mirada lenta, como si quisiera penetrar más profundamente en los hombres y los objetos.

Palabra del Dia

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