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Actualizado: 1 de junio de 2025
Compadecido don Manuel, ablandó su voz para decirle efusivamente: Todavía estoy aquí yo, hijo. En la negra hora de su agonía le juré a tu madre ampararte, y he tratado de cumplir mi juramento. Te eduqué y te hice un hombre; dócil ha sido tu condición para que yo haya podido formar de ti un mozo tan noble y amable como para hijo le hubiera deseado.
De mi parte hice lo mejor que pude todo lo que me pareció que podía conducir a satisfacer su deseo; le prometí que nada sería cambiado entre nosotros y le juré conservarme fiel a sentimientos mal expresados, era posible, pero demasiado evidentes para que acerca de ellos pudiera abrigar la menor duda. Por primera vez tuve serenidad, audacia, y logré mentir y ser creído.
22 Porque todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz, 23 no verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá. 25 y aun al amalecita y al cananeo que habitan en el valle. Volveos mañana, y partíos al desierto, camino del mar Bermejo.
Ella, después de mirar á un lado y á otro para convencerse de que su padre estaba lejos, dijo en voz baja, imitando el acento del norteamericano: ¡Gringo chapetón! ¡grandísimo torpe!... Si que me has hecho daño, y el lazo lo tiras rematadamente mal... Pero de todos modos me enganchaste con él, y como yo juré que sólo así conseguirías tenerme otra vez... aquí me tienes.
8 También tienes contigo a Simei hijo de Gera, hijo de Benjamín, de Bahurim, el cual me maldijo [con una] maldición fuerte el día que yo iba a Mahanaim. Mas él mismo descendió a recibirme al Jordán, y yo le juré por el SE
Mire usted, señor pedantón, si sigue usted rompiéndome el tímpano con esas palabrotas, le cito yo a usted cincuenta mil versos y sentencias en latín y le dejo bizco; y si no oiga usted: Ordine confectu, quisque libellus habet: quis, quid, coram quo, quo jure petatur et a quo. Cultus disparitas, vis, ordo, ligamen, honestas... Ripamilán se retorcía de risa.
La última vez cerca del suplicio... allí me miró haciendo un gesto espantoso, y con una voz ahogada y ronca me gritó: «¡Véngame!» Aquella palabra... no la puedo olvidar... aquella palabra se grabó en mi alma, en todos mis sentidos, y yo juré vengarla de una manera horrorosa. MANRIQUE. Sí, ¿y la vengasteis... es verdad? Tendría un placer en saberlo. Mil crímenes, mil muertes no eran bastantes.
Mi deseo es respetar en todos conceptos las obligaciones de mi difunto amigo. Esa es una promesa que hace usted dijo con cierta ansiedad. Es preciso que la haga solemnemente... vamos, que jure. ¿Quiere repetirla? ¡Levante su mano Y señaló el gran crucifijo que había en la blanca pared. Levanté mi mano y exclamé: Juro proceder como Burton Blair ha procedido.
¡Calma, barón! exclamó Su Alteza. No busquéis querella al señor Roberto Briquet, que tanta culpa tiene él como todos nosotros. La verdad es que cuando entrasteis acabábamos de oir, y yo con enojo, noticias de las fechorías cometidas por esa misma Guardia Blanca, tales y tántas que juré ahorcar al capitán de esa compañía. Lejos estaba yo de hallarlo entre los más valientes y escogidos de mis jefes.
-Tienes mucha razón, Sancho -dijo don Quijote-; mas, para decirte verdad, ello se me había pasado de la memoria; y también puedes tener por cierto que por la culpa de no habérmelo tú acordado en tiempo te sucedió aquello de la manta; pero yo haré la enmienda, que modos hay de composición en la orden de la caballería para todo. -Pues, ¿juré yo algo, por dicha? -respondió Sancho.
Palabra del Dia
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