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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Por lo pronto, hacedme la merced de decir á la gente que hoy no se da cuartel á nadie. Tratándose de esas fieras, no quiero prisioneros. ¿Tenéis á bordo un sacerdote ó un religioso? No, señor barón. No importa. La Guardia Blanca se puede pasar sin ellos, porque los tengo á todos bien confesados desde Salisbury y maldito si han tenido ocasión de cometer fechorías desde que emprendimos la marcha.
Aquel tipo miserable y siniestro era fanático, violento y cobarde, se recreaba contando sus fechorías, manifestaba crueldad bastante para disimular su cobardía, tosquedad para darla como franqueza y ruindad para darle el carácter de habilidad. Tenía la doble bestialidad de ser fanático y de ser carlista.
Otra de las cosas más interesantes que algunos llegaban a ver en el mar, según Yurrumendi, era un buque fantasma, tripulado por un capitán holandés. Este perdido, borracho, blasfemador y cínico pirata, anda, con un equipaje de canallas, haciendo fechorías por el mar. Si el maldito holandés se acerca al barco de uno, el vino se agria; el agua se enturbia; le carne se pudre.
Asombra el número de curas que, hechos fieras, recorren los campos: los hay agregados a cuerpos o divisiones bien organizadas, y otros que, sin reconocer jefatura, van por donde quieren, cometiendo fechorías. Ahora dicen que anda por estos contornos una partida con un cabecilla al frente, también cura, que acaso sea el autor del fusilamiento presenciado por Pateta. Si le pillamos, se divierte.
Me has afirmado que no sabías nada de las fechorías de Luciana, a pesar de que estabas perfectamente informada, con pruebas, y has dejado a Máximo, un amigo, caer sin socorro en el lazo que le tendía esa casquivana. Papá, se había confiado a mí y yo le había jurado el secreto. Has hecho mal, muy mal. Una joven que quiere y respeta a su padre no tiene secretos para él.
Merchán y la multitud de crímenes que atribuye á los españoles peninsulares para justificar y aun glorificar á los rebeldes de Cuba y para calificar de indispensables, de nobilísimas y de santas sus fechorías. Hablaré primero de las acusaciones más generales y vagas que lanza contra nosotros el señor Merchán, y pasaré luego á las más concretas.
Los periódicos de Manila estaban tan ocupados por la reseña de un asesinato célebre cometido en Europa, por los panegíricos y bombos á varios predicadores de la capital, por el éxito cada vez más ruidoso de la opereta francesa, que apenas podían dedicar alguno que otro artículo á las fechorías que cometía en provincias una banda de tulisanes capitaneada por un gefe terrible y feroz que se llamaba Matangláwin.
Por ese lado se explica también que, entre las tres cómplices de estas fechorías, fuera ella la que se cansó primero, o, mejor dicho, la única que se cansó; porque las otras dos no se cansaron pizca: al contrario, deshecha la mancomunidad que sostenía a las tres en cierto orden de equilibrio, cayeron Sagrario y Leticia, por su propio peso, despeñadas hasta lo más hondo, aunque cada cual a su manera: Sagrario fue siempre la mujer de los caprichos estrepitosos; Leticia el modelo de las caprichosas solapadas y de las amigas temibles.
El corcovadito le maltrataba de diario, aguzaba el ingenio para atormentarle, y todos los días inventaba nuevas diabluras contra el pobre animal que, cansado de las fechorías del muchacho, escapaba, gruñendo, para volver a poco, cariñoso y sumiso, a lamerle las manos.
Aquello del gateado no entiendo, pero imagino que debe de ser alguna de las malas fechorías que con vuestra merced suelen usar los malos encantadores; yo lo sabré cuando nos veamos.
Palabra del Dia
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