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Actualizado: 24 de julio de 2025


Eso no se ha hecho todavía dijo Pepe; pero, no te quepa duda, si los curas siguen el camino que han emprendido, el pueblo confundirá a los representantes con la cosa representada, y entonces... Entonces lo destruiremos todo y no dejaremos vivo ningún liberal... ¡masones indecentes!

Cansada de su inútil escrutinio y guardando las llaves, que formaban apretado racimo, digno del arsenal de una compañía de ladrones, doña Lupe se sentó a meditar, y poniéndose una mano sobre el pecho de algodón y acariciándoselo, se rascó con los dedos de la otra la frente, allí donde principia el cabello, como quien estimula la generación de una idea, y dijo: «Pues si efectivamente no le ha dado nada, hay que reconocer que ese hombre es el mayor de los indecentes».

Después de vagar pidiendo, por no perder la costumbre, fueron a la calle de San Carlos, y subió Benina a ver a Juliana, que allí le tenía su ropa, y se la dio en un lío, diciéndole que mientras gestionaban para que fuese recogida en la Misericordia, se albergara en cualquier casa barata, con o sin el hombre, aunque mejor le estaba, para su decoro, dejarse de compañía y tratos tan indecentes.

Bueno, bueno exclamó éste con acento doloroso. Bien se conoce que no has tenido que luchar con indecentes usureros toda la mañana para concluir por dejarles algo ... que es una infamia empeñar añadió por lo bajo.

Cogióla Leopoldina Pastor por las faldas, al pasar por su lado, y quiso obligarla a sentarse entre ella y Carmen Tagle... Era necesario escarmentar a aquellas indecentes radicalas que estaban allí con la boca abierta, dándose pisto, soñando quizá con la presidencia... ¡Míralas, qué retablo!...

¡La creen mi querida! decía con acento iracundo . ¡Mi pobre Visitación, tan buena, tan cariñosa, tan mansita para todo, convertida en una cualquiera por esos miserables! ¡Una amante que he sacado para mi diversión del Colegio de Doncellas nobles...! ¡Como si yo, viejo y enfermo, estuviera para pensar en esas porquerías! ¡Indecentes...!, ¡miserables...! ¡Por menos se cometen muchos crímenes...!

Y he aquí a mi hombre paseándose por Madrid con las manos en los bolsillos, o viendo correr tontamente las horas en este y el otro café, hablando de la situación ¡siempre de la situación, de la guerra y de lo infames, indecentes y mamarrachos que son los políticos españoles! ¡Duro en ellos! Así se desahogan los espíritus alborotados y tempestuosos.

Reventó de vanidad en un banquete. ¿Quién? ¿La hija? El padre. Ya lo sabía yo, con algo más que no me han explicado bien o se me ha olvidado. ¿Qué le pasó a la hija? Esa es una historia de fondos tan indecentes y criminales como las otras; pero menos antipática por lo que toca a la protagonista.

El marqués de Vegallana, a quien sus viajes daban fama de instruido, declaró que los versos eran libres. Doña Anuncia se volvía loca de ira. ¿Con que indecentes, libres? ¡Quién lo dijera! La bailarina.... No, Anuncita, no te alteres. Libres quiere decir blancos, que no tienen consonantes; cosas que no entiendes. Por lo demás, los versos no son malos. Pero más vale que no los escriba.

Rechinaba sin cesar el torno, bajando o subiendo la plancha, y en la banqueta más alta del elegante mail-coach chillaba Leopoldina Pastor como una desesperada, gritando que aquellos indecentes caballos iban a despeñarla por la montaña abajo... Sentado a su lado, el tío Frasquito, con un finísimo pañuelo prendido en su sombrero de paja para preservar de los ardores del sol la blancura de su cutis, miraba con gesto de susto lo profundo del precipicio y agarrábase a cada vaivén del coche a los hierros del asiento, gritando angustiado: ¡Currra, porr Dios, cuidado!... ¡Cuidado, Currra!

Palabra del Dia

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