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Sea el haber mudado de temperamento, sea que el viaje no fue de su agrado, lo cierto es que la reina Doña Juana estaba mas furiosa cada vez, y tomó mas incremento su ya incurable enfermedad.

En estas situaciones Lorenzo arribaba al convencimiento de ser víctima de un mal incurable, a cuyo lento trabajo de destrucción debía asistir resignadamente «hasta que me llegue la hora de morir del todo», pensaba.

Esto en es una enfermedad incurable, la dije: tratemos de ti... y ... ¿qué esperas? ¿qué deseas? Yo... me contestó mirándome fijamente, pienso como pensaba hace seis años. ¡No recuerdo! Pienso buscar la paz y la felicidad en Dios. ¡Ah! ¡vuelves a lo del convento! . Pero es extraño... ¿No amas? No. Eso es imposible. Una joven como ...

¡Mal muchacho, muy mal! Pero no te aflijas; esto va largo, a menos que cualquier día sobrevenga otra cosa.... La enfermedad sigue su curso.... Es una enfermedad orgánica, y, como lo comprenderás, incurable. ¿Volverá usted mañana? No es preciso. Que observe el régimen que tengo prescrito: reposo, distracción, buenos alimentos, una copita de vino en cada comida, y ¡adelante!

Lita era una pobre niña que no podía caminar y ni siquiera tenerse en pie. Atacada a la medula por incurable enfermedad, su cintura era deforme y sufría dolores que le arrancaban diariamente quejas y lágrimas. Toda su vida parecía concentrarse en los dos grandes ojos azules que iluminaban su carita de ángel.

Huérfano desde temprana edad, fue educado por su única hermana, Eusebia, quien, por los muchos años que le llevaba, podía ser su madre, y de madre hizo. Desmedrado, rubio, paliducho, con incurable aspecto de niño, de facciones finas, de ojos dulces y claros y porte de principesca mansedumbre, contrastaba el joven con la igualmente interesante figura de su hermana.

El vientre, completamente al descubierto, estaba rasgado por una abertura tortuosa de labios ensangrentados, al través de la cual asomaban unas piltrafas de fresco azul. El doctor Ruiz movió la cabeza tristemente. A más de la herida atroz e incurable, el torero había recibido una conmoción tremenda con el cabezazo del toro. No respiraba.

Despues de conocidos los lechos que se han acabado de referir, lo restante de su vida, que á pesar de los largos y terribles sufrimientos, fue larguísima, no ofreció novedad, digna de mencionarse. La reina de España, Doña Juana, alargó sus dias hasta los setenta y tres años, sin que su incurable mal hubiera podido hallar un correctivo, pero en los últimos meses se agravó estraordinariamente.

Aquí apareció nuevamente el Maestro Burguillos, y hasta a su hija Antonia de Nevares, de edad de cinco años, hízola aparecer Lope como concurriendo a disputar los premios de la justa. Por este tiempo ya doña Marta de Nevares debe haber contraído la enfermedad a la vista, de que le resultó una ceguera incurable.

La energía moral, por victoriosa que salga de sus luchas con los obstáculos de la suerte y con las pasiones de los hombres, siempre queda herida de esa enfermedad incurable que se llama la tristeza; enfermedad que no siempre conocemos, porque no nos es dado contemplar a veces a los grandes caracteres en sus momentos de soledad, cuando dejan descubierta el alma en la sombra del misterio.