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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
Callaron todos, hondamente impresionados por la relación tan patética como sencilla del bondadoso padre. Este llevó a sus ojos la mano basta y ruda, endurecida por el arado, y se limpió una lágrima: ¿Qué dices tú a eso, Teodoro? preguntó Carlos a su hermano.
¡Pues yo te digo que no quiero oír sandeces, ea!... Buenas noches. Y se volvió del otro lado. D. Pantaleón suspiró hondamente y se volvió también para dormir. Pero a los pocos días, lleno de celo científico y de buena fe, dijo otra vez a su esposa: Carolina, la otra noche estaba equivocado y te dije una falsedad. ¿Qué falsedad? preguntó la buena señora sorprendida.
El sentimiento de la autoridad está en todos los corazones, al mismo tiempo que la necesidad de contener la arbitrariedad de los poderes, la ha inculcado hondamente Rosas con sus atrocidades. Ahora no nos queda que hacer sino lo que él no ha hecho, y reparar lo que él ha destruído.
La libertad de cultos, que el alto clero de Buenos Aires apoyó, no ha sido restringida; la población europea se disemina por las estancias, y toma las armas de su motu proprio para romper con el único obstáculo que la priva de las bendiciones que le ofreciera aquel suelo; los ríos están pidiendo a gritos que se rompan las cataratas oficiales que les estorban ser navegados, y el Banco Nacional es una institución tan hondamente arraigada, que él ha salvado la sociedad de la miseria a que la habría conducido el tirano.
Por un impulso irresistible, hondamente conmovida, casi sin darse cuenta, sin reflexionar y sin vacilar también, como no vacila ni reflexiona lo que se mueve impulsado por una fuerza fatal, doña Luz acercó suavemente el rostro al del Padre, y puso los labios en su frente macilenta, y luego en sus dormidos párpados, y luego en su boca, ya contraída, y los besó con devoción fervorosa, como quien besa reliquias.
Conmoviose hondamente ante las muestras de abnegación de los que la rodeaban, y enternecida y pesarosa, dijo, mientras a sus labios asomaba, para extinguirse en el acto, una fugitiva sonrisa: Está bien: me sacrifico. Debo a todos una reparación y quiero demostrar que no siempre soy caprichosa y egoísta. Papá, no bailaré.
Se levantó el anciano, pero ambos jóvenes se abalanzaron hacia él, y al volver a caer en su sillón, agobiado por el pesar y hondamente conmovido, se encontró con que los dos estaban a su lado arrodillados. Abráceme usted, querido tutor exclamó Amaury. Deme usted su bendición, tío mío suplicó Antonia.
Cuando vió los trajes y la cuenta de la modista, quedó estuperfacto: estuvo por gritar ¡ladrones! Maldijo de su colega Salabert, de la hora en que se le había ocurrido dar aquel baile y de todas las damas venecianas y holandesas que habían existido. Lo que más hondamente trabajaba su espíritu abatido era la consideración de que aquellos trajes costosos no servirían más que para una noche.
Me refugiaba yo en el recuerdo de Angelina, como en un puerto salvador; me repetía una y mil veces cuanto ella me había dicho, sus palabras más tiernas, sus frases más doloridas, las expresiones que más hondamente habían penetrado en mi corazón, y cuando me creía victorioso y alardeaba de haber triunfado en mí mismo, la voz de Gabriela, el eco de su piano, el ruido de su falda, el aroma de sus vestidos, cualquiera cosa suya me hacía estremecer, y me sentía débil como un niño, impotente para resistir una mirada, la más indiferente, de sus ojos azules.
¡Nunca! ¡jamás! replicó Ester fijando las miradas, no en el Sr. Wilson, sino en los profundos y turbados ojos del joven ministro. Está grabada demasiado hondamente. No podéis arrancarla. Y ¡ojalá pudiera yo sufrir la agonía que él sufre, como soporto la mía! Habla, mujer, dijo otra voz, fría y severa, que procedía de la multitud que rodeaba el tablado. Habla; y dale un padre á tu hija.
Palabra del Dia
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