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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Nosotros le hablábamos alegremente de las cosas triunfantes de la vida, cosas armoniosas entre sí: de locuras de juventud, de fragancia de primavera, de alegres cenas, de paseos campestres bajo la inmortalidad del sol, de los víveres honrados, fecundos y serenos como mansas corrientes. Y de besos.
Creyéndote él y yo en aquella disposición de espíritu, nos movimos más al disimulo, el cual, te lo confieso, ha sido extraordinario. Nos hablábamos poco, y nos escribíamos mucho. No podíamos suponer que nuestro amor tuviese las consecuencias desagradables que ha tenido. El Conde estimaba a Braulio. Braulio estaba tan encantado del Conde, que no recelaba de él, y que no vivía sin él.
Mientras la joven disponía las flores, fiados en que las tías no podían escucharnos y en que señora Juana había salido, hablábamos de nuestro amor. Las misas de aguinaldo nos dieron ocasión de conversar muy a gusto. Salíamos: tía Pepa nos dejaba atrás, yo daba el brazo a la doncella, y desde la casa hasta la iglesia charlábamos que era una gloria.
» No lo creas, Magdalena. Tienes que desengañarte. Cuando estemos en presencia de tu padre, ¿crees que podré expresarte como ahora mi pasión? Cuando nos paseemos los tres juntos bajo los floridos naranjos de que hablábamos hace un momento, o a orillas del mar límpido y sereno, ¿ crees que podré rodear con mi brazo tu cintura, o imprimir en tus labios un beso apasionado?
Hablábamos de negocios dijo Isidro con repentina gravedad y una expresión de misterio , de un gran negocio que llevamos entre manos. ¡Quién sabe si antes de un año seré rico, muy rico, más que usted, que quiere ir al desierto a roturar la tierra!... Las amistades sirven de mucho, y yo las tengo buenas. La mirada interrogante y asombrada de Ojeda le invitó a continuar en sus confidencias.
Yo llevo, como usted dice, una «vida interior», siempre á solas con mis pensamientos, y cuando paso allá la noche, duermo mal, sufro de ensueños, muy hermosos al principio, pero luego muy tristes. ¡Ay, qué buenas veladas las nuestras cuando hablábamos de cosas científicas! Novoa sonrió. Para el músico, el juego y sus misterios eran cosas científicas.
Aquí le quería pillar, calaverón, tenorio de la calle Alsina... De seguro que está usted declarando su amor a esta señorita, en estilo de factura. Visiblemente irritado Manzanares por la burlona intervención, se apresuró, sin embargo, a contestar, temiendo que Isidro persistiese en sus bromas. No señor; hablábamos de cosas serias, de cosas de allá.
Lo mismo Visita que yo nos hallamos tan contentos y nos parece tan bien esa boda que precisamente en este momento hablábamos de ella con alegría y nos felicitábamos de que... ¡Bien, bien, dejemos eso! exclamó Tristán con aspereza. Aquellas palabras le parecían el colmo de la hipocresía y de la impudencia.
Bebimos el otro par de botellas. Noté que cada vez hablábamos más alto, y sentí en el rostro un calor extraordinario. El de Suárez permanecía tan sereno y cetrino como siempre. Sólo sus ojuelos, siempre vivos, parecían bailar ahora arrebatadamente. Dije que en aquel cuartucho hacía demasiado calor, y me levanté para quitarme la americana, pero al hacerlo observé que la habitación se bamboleaba.
O de esta otra: «¡Ah, mi pobre cura, creo que he descubierto el manantial de agua fría, de que hablábamos tres meses ha! ¡La felicidad no existe, es un engaño, un mito; todo lo que queráis, menos realidad! «¡Adiós! ¡Si la muerte no nos volviese tan feos, querría morir! ¡Morir, sí, mi cura! ¡Habéis leído bien!»
Palabra del Dia
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