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Ella bailaba en medio del corro frente a Luis, con las mejillas enrojecidas y un brillo extraordinario en los ojos. Nunca la habían visto bailar tan arrebatadamente y con tanta gracia. Sus brazos desnudos, de una palidez de perla, elevábanse en torno de la cabeza, como asas de nácar de voluptuosa redondez.

Bebimos el otro par de botellas. Noté que cada vez hablábamos más alto, y sentí en el rostro un calor extraordinario. El de Suárez permanecía tan sereno y cetrino como siempre. Sólo sus ojuelos, siempre vivos, parecían bailar ahora arrebatadamente. Dije que en aquel cuartucho hacía demasiado calor, y me levanté para quitarme la americana, pero al hacerlo observé que la habitación se bamboleaba.

Dijo Scipión Doria que se saliesen 10 ó 12 millas á la mar, y si al día no descubriesen larmada, volverían por la gente y harían su aguada. A todos paresció bien el consejo deste mozo. Acordaron de hacerlo así. Guimarán, aunque no había hablado hasta allí, viendo esta determinación, decía que era muy mal hecho hacer embarcar al Virrey tan arrebatadamente.

Apeáronse los de a caballo, y, junto con los de a pie, tomando en peso y arrebatadamente a Sancho y a don Quijote, los entraron en el patio, alrededor del cual ardían casi cien hachas, puestas en sus blandones, y, por los corredores del patio, más de quinientas luminarias; de modo que, a pesar de la noche, que se mostraba algo escura, no se echaba de ver la falta del día.

Fueron estas palabras pronunciadas arrebatadamente, como quien se encuentra en una situación falsa y quiere salir de ella exagerando el enojo. Raimundo la miró lleno de asombro, cosa que molestó a Clementina y aun más la precipitó. Clementina le atajó diciendo: Si usted va a declararme su amor, puede ahorrarse la molestia. Soy casada ... y aunque no lo fuese sería lo mismo.

Y por mi gusto cada día estrenarías trajes mejores y más lujosos. Juanita se aturdió un poco con esta no esperada salida del señor don Andrés. Casi receló que él tenía razón y que ella se había conducido irreflexiva y arrebatadamente. Al fin habló así: Yo no voy a sostener ahora que he procedido contra vuecencia con motivo bastante. Lo que digo es que estaba, y aún estoy, fuera de .

Ramon Montaner reconociéndose sin fuerzas, como cuerdo y buen soldado respondió con mucha blandura y cortesía: Que el salirse de Galípoli, y de Thracia no era cosa que tan arrebatadamente se podia hacer, como el queria, y que amenazarles con sus armas era cosa muy fuera de toda razon, y de las paces que tenian sus Reyes y su República, que el estaba puesto en guardarla mientras ellos la guardasen.