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Actualizado: 22 de junio de 2025
Yo, pues, con ese lenguaje y con estas flores, llegué a Sevilla con el dinero de las camaradas, gané el alquiler de las mulas y la comida y dineros a los huéspedes de las posadas. Fuime luego a apear al mesón del Moro, donde me topó un condiscípulo mío de Alcalá, que se llamaba Mata, y agora se decía, por parecerle nombre de poco ruido, Matorral.
¡Treinta y nueve! ¡gané!... ¡Vengan los monacos!... ¿Quién quiere jugar conmigo todavía? ¿Tú, Jorge? ¡Vamos de una vez! Entonces me fui. Cuando, con la mesura del caso, hube informado a las damas de la casa, ellas se contentaron con mirarse una a la otra, en silencio; luego bajaron por la escalera de servicio al patio, donde nos esperaba ya el carruaje.
Pues también seré yo eso.... Al fin, creo que siempre lo he sido. ¿No quieres que viva el pobre, que el rico trabaje, que cada uno posea lo que gane y que todos nos ayudemos? Pues eso es lo que yo pensaba, a mi modo, cuando íbamos por el mundo con el fusil y la boina... En cuanto a la religión, que antes nos volvía locos, ahora me tiene sin cuidado.
Al menos, que me gane para zapatos. Tiene más malicias que un Iscariote». Desde el comienzo de este panegírico, redoblose bruscamente la marcha del mecanismo, y acreció el ruido hasta ser tal que parecían multiplicarse las transmisiones, las roldanas y los ejes. «¡Mariano! gritó Isidora extendiendo los brazos en la obscuridad . ¡Para, para un momento y ven acá! Quiero abrazarte.
Pero como nunca había acostumbrado enterar a mis parientes del itinerario de mis excursiones, y además en aquel caso esperaba resuelta oposición por su parte, me limité a decir que salía para el Tirol, objeto favorito de mis viajes, y me gané la aprobación de Rosa diciéndole que iba a estudiar los problemas sociales y políticos del interesante pueblo tirolés.
Una vecina iba á preguntarle á Hma. Balî por qué entonces no le pagaba un piquillo, pero la lista panguinguera lo olió, y añadió inmediatamente: ¿Sabes, Julî, lo que se puede hacer? pedir prestado doscientos cincuenta pesos sobre la casa, pagaderos cuando el pleito se gane. Esta fué la mejor opinion y decidieron ponerla en práctica aquel mismo día. Hma.
Robé primero dos caballos, me junté con otros compañeros, púseme en breve en estado de robar caravanas poco crecidas; y así fué disminuyéndose la desproporcion que de mi á los demás habia. Participé de los bienes de este mundo, v me resarcí con usura: tuviéronme en mucho, llegué á ser señor bandolero, y gané este castillo tomándole por fuerza.
Cuando triunfamos, y los jefes del ejército revolucionario ocuparon la presidencia de la República, los ministerios y demás sitios públicos, mi suerte empezó á afirmarse. Escribí en los diarios del nuevo gobierno cuando había que insultar á los enemigos ó hacer al país brillantes promesas. ¡El dinero que gané en aquellos tiempos, no muy lejanos, pero que me parecen ya remotísimos!...
Poco vas a ganar, muchacho; pero, ¡algo es algo! Ya veremos si después encontramos cosa mejor. Castro Pérez había despedido a su escribiente, y en atenta carta avisaba a mi maestro que el empleo estaba a mi disposición. Hacía grandes elogios de mí, y se prometía encontrar en el nuevo amanuense un joven «inteligente, activo y útil».... Yo dije para mí, cuando leí el párrafo: ¡Y que gane poco!
Pues yo digo que el valor no da experiencia, y que sin experiencia nadie sabe mandar. ¡Coronel del Ejército con veinticuatro años de edad! Yo lo fui a los cuarenta, después de haber estado en el Rosellón, en América, en Portugal; y no gané la faja de general sino de vuelta del Norte con la Romana y de haber peleado en la guerra de la Independencia.
Palabra del Dia
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