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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Fuímos a una, adonde él se acostumbraba apear, y hallamos a la puerta más de doce ciegos; unos le conocieron por el olor, y otros por la voz; diéronle una barbanca de bienvenido.

Oyendo esto don Quijote, le dijo a Sancho: -Mira, Sancho: cuando yo hojeé aquel libro de la segunda parte de mi historia, me parece que de pasada topé allí este nombre de don Álvaro Tarfe. -Bien podrá ser -respondió Sancho-. Dejémosle apear, que después se lo preguntaremos.

Pues andar a pie pareciera mal y más entonces, fuime a San Filipe y topéme con una lacayo de un letrado, que tenía un caballo y le aguardaba, que se había acabado de apear a oír misa. Metíle cuatro reales en la mano, porque mientras su amo estaba en la iglesia me dejase dar dos vueltas en el caballo por la calle del Arenal, que era la de mi señora.

Libro Tercero: Capítulo I: De lo que le sucedió en la Corte luego que llegó hasta que amaneció. Entramos en la Corte a las diez de la mañana; fuímonos a apear, de conformidad, en casa de los amigos de don Toribio. Llegó a la puerta; llamó; abrióle una vejezuela muy pobremente abrigada, rostro cáscara de nuez, mordiscada de facciones, cargada de espaldas y de años.

Pensó el huésped que el haberle llamado castellano había sido por haberle parecido de los sanos de Castilla, aunque él era andaluz, y de los de la playa de Sanlúcar, no menos ladrón que Caco, ni menos maleante que estudiantado paje; y así, le respondió: -Según eso, las camas de vuestra merced serán duras peñas, y su dormir, siempre velar; y siendo así, bien se puede apear, con seguridad de hallar en esta choza ocasión y ocasiones para no dormir en todo un año, cuanto más en una noche.

¿A qué llamas apear o a qué dormir? -dijo don Quijote-. ¿Soy yo, por ventura, de aquellos caballeros que toman reposo en los peligros? Duerme , que naciste para dormir, o haz lo que quisieres, que yo haré lo que viere que más viene con mi pretensión. No se enoje vuestra merced, señor mío -respondió Sancho-, que no lo dije por tanto.

Apeáronse los cuatro y fueron a apear a los dos ancianos, señal por do se conoció que aquellos dos eran señores de los seis. Salió Costanza con su acostumbrada gentileza a ver los nuevos huéspedes, y apenas la hubo visto uno de los dos ancianos cuando dijo al otro: Yo creo, señor don Juan, que hemos hallado todo aquello que venimos a buscar.

Doña Beatriz y la Condesa de San Teódulo hablaron largo rato entre y en voz baja, recordando su amistad antigua. A los pocos minutos la Condesa había exigido de doña Beatriz que se volviesen a apear el tratamiento, que se volviesen a tutear como ella recordaba que allá en el pueblo se habían tuteado. ¿Por qué negarse a tamaña amabilidad? Las dos amigas se tutearon en efecto.

Ya vendrá, que lo están haciendo de Madrid á Francia, y la máquina nos pasará por entre las barbas, como, quien dice. Pues no les arriendo las ganancias á los posaderos y muleteros. El mayoral de la otra casa hará sacristan si quiere yantar judías y buen tocino. Quién dijo tal! Usté no entiende el cuento. Pero si todo pasará tan de ligero, quién se ha de apear en Guadarrama!

Desesperábase con esto don Quijote, y, por más que ponía las piernas al caballo, menos le podía mover; y, sin caer en la cuenta de la ligadura, tuvo por bien de sosegarse y esperar, o a que amaneciese, o a que Rocinante se menease, creyendo, sin duda, que aquello venía de otra parte que de la industria de Sancho; y así, le dijo: -Pues así es, Sancho, que Rocinante no puede moverse, yo soy contento de esperar a que ría el alba, aunque yo llore lo que ella tardare en venir. -No hay que llorar -respondió Sancho-, que yo entretendré a vuestra merced contando cuentos desde aquí al día, si ya no es que se quiere apear y echarse a dormir un poco sobre la verde yerba, a uso de caballeros andantes, para hallarse más descansado cuando llegue el día y punto de acometer esta tan desemejable aventura que le espera.

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