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Actualizado: 8 de julio de 2025
Fernández, en la cabecera; cerca de él, a la izquierda, un niño, como de seis años, pálido y enclenque; en seguida una señora que pasaba de los cuarenta, y a la derecha del dueño de la casa, Gabriela. Pase usted, joven; me dijo el caballero con mucha cortesía pensábamos que no llegaría usted y no le esperábamos a almorzar; pero llega usted a tiempo ¿Tendrá usted apetito, no? ¡Ah!
Gabriela volvióse de pronto, y me dijo con sencilla franqueza: ¿A que adivino en qué piensa usted? ¿En qué? ¿Me ofrece usted decirme la verdad? Sí. ¡Piensa usted en.... Linilla! ¿En Angelina? Sí; desde que salimos no aparta usted los ojos de aquellas montañas. El amor no puede estar escondido.... Cuando hablo de esa niña no me responde usted.... ¿Le inspiro poca confianza?
Se trató del P. Herrera, y don Carlos dijo que era muy digno de ocupar los puestos más elevados en la diócesis; que merecía ser obispo, y que su extremada modestia le tenía relegado en la Sierra, en un pueblo remoto que era como una Tebaida. Después fuimos a la sala. Gabriela, dijo don Carlos ¡siéntate al piano y tócanos algo!
No me da pena confesarlo; y óyelo bien, mira que te lo digo sinceramente, como lo siento, como si mi madre me oyera: si te enamoras de Gabriela; si en el amor de esa niña esta cifrada tu felicidad; si ella es para tí dicha y ventura, no vaciles, olvídame, olvida a la pobre Linilla, y ¡se feliz! Ya te lo dije, te lo he dicho muchas veces, todo el anhelo de mi corazón es verte dichoso.
Antes de amarte a tí no amó a ninguno.... ¡Gabriela ama a otro, y acaso no le olvide jamás!... Supongamos que mañana eres esposo de esa elegante señorita.... ¿Quién responde, quién, de que Gabriela, es decir, tu «esposa», no piense algunas veces en Ernesto? El otro día le viste escribir una letra... ¡y sentiste celos, celos horribles! ¿Me pides consejo?
Entonces Gabriela me refieró mil incidentes desagradables, y me hizo comprender, muy claramente, que temía que Pepillo dijera el mejor día algo que me lastimara y me ofendiera, y con este motivo la pobre niña me abrió su corazón.
De aquí el odio a Gabriela; de aquí que murmurase de su hermosura; de aquí el que afeara todo en la señorita Fernández. Sí; contestó vivamente Teresa ya sé que en Ricardo tiene usted un rival.... La maldiciente polluela estaba enamorada de amigo; le quería, a su manera, le amaba como loca, y no podía olvidarle.
Fina y correcta como su esposo, elegante por naturaleza y educación, desdeñosa como él para con las gentes vulgares y ordinarias, la señora doña Gabriela poseía el rarísimo don de hacerse amar de todos, sin que para ello empleara lisonjas y lagoterías. Lujosa sin ostentación, elegante sin pretender atraerse las miradas de los demás, fina sin charla zalamera, para todos tenía una palabra cariñosa.
¡Vaya con usted y con el P. Solís! ¿Angelina monja? ¡Dios nos libre! Linilla será esposa y madre de familia.... Miróme fijamente la anciana, y, sonriendo, me dijo: ¿Te casarías con Linilla? ¡De mil amores! Ese casamiento seria muy de mi gusto. Dicen por ahí, pero yo no lo creo, que estás enamorado de Gabriela.... ¡No, tía! Ya sabe usted que las gentes dicen cuanto se les ocurre....
Al atravesar la sala aspiré con delicia el aroma de las flores que se morían en el tazón de Sévres; el piano de Gabriela me pareció como todos los pianos; los pinceles esparcidos en la mesa de trabajo, junto a la acuarela principiada, nada me dijeron de la rubia señorita. Dormí tranquilamente. Así deben dormir los que tienen una buena conciencia. ¡Valiente fiesta!
Palabra del Dia
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