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Haciendo oídos sordos, el porfiado gascón permanecía impávido, sin fruncir ni la punta de la nariz... De pronto, doña Inés soltó una carcajada cristalina: ¡Se ha equivocado de postura!

El duque leyó aquella carta. En ella, por instigación del padre Aliaga, como dijimos en su lugar, la madre Misericordia desvanecía todas las sospechas del duque acerca del género del conocimiento que podía existir entre su hija y Quevedo. Pero como el duque sabía ya por su misma hija que era amante del tremendo poeta, no pudo menos de fruncir el gesto.

¡Más de una hora! suspiró la joven inclinándose con un ademán lleno de gracia hacia el niño, cuya pura frente se humedeció con una perla que le hizo fruncir la bonita nariz como un gatito molestado por una mosca. ¡Qué hermoso es! Y cómo se parece a ti... Raúl se encogió de hombros irreverentemente. Palabra de honor, Juana, creo que estás loca.

Comprendió que le vendría muy bien en aquel caso un recuerdo histórico, y volvió a fruncir el ceño. Esto era difícil en extremo y su cerebro no tenía capacidad para contener un suceso histórico. Equivalía a querer meter, no ya una moneda, sino un camello dentro de la hucha. Pensó mucho y se rascó la frente.

Sin embargo, no hay duda que por debajo de la mesa se encuentra establecida una corriente comunicante en la que sus menudos pies juegan papel de martillos telegráficos. Á menudo, cuando estos martillos caen con demasiada pesadez, la fisonomía del yunque se contrae y deja escapar un ligero grito, que hace volver la cabeza y fruncir las cejas de la bella institutriz.

La exigencia de los pigmeos resultaba tan cómica, que ahogó en él todo intento de indignación. Pero volvió á fruncir el ceño cuando el profesor le pidió que se despojase de su chaqueta y sus pantalones, conservando únicamente la ropa interior. No me diga que no, gentleman suplicaba Flimnap juntando las manos . Siga mis consejos.

Si habéis gozado la honra de acompañar alguna vez en sus expediciones gloriosas por la carrera de San Jerónimo a uno de estos jóvenes y habéis incurrido en la flaqueza de alabar la hermosura de alguna niña modesta, de seguro le habréis visto fruncir el noble entrecejo, alargar el labio inferior en testimonio de desdén y dejar caer estas o semejantes palabras: ¡Pero, hombre, que siempre te has de fijar en estas cursilillas de media tostada!

Sírvase usted traernos dos cubiertos de á seis francos cada uno. Esto se lo dije ahuecando mucho la voz, casi balbuceando las palabras, y mirando distraida y desdeñosamente hácia el paseo del Palacio Real. El garçon hizo un movimiento de cabeza, y desapareció como un rehilete. ¡Por Dios, no te rias! dije á mi mujer que ya empezaba á fruncir los labios.

Estoy mejor, gracias. Si sigo así, me parece que mañana o pasado a todo tirar me levanto. ¿Te han curado la cantárida? Ventura se puso a ello ahora; pero no ha concluído respondió, volviendo a fruncir la frente. ; acabo de encontrármela en el pasillo, y me ha dicho que te has incomodado porque te figurabas que lo hacía con repugnancia dijo Cecilia sonriendo con bondad.

No estaba conforme con estas ideas Jacinta; pero el respeto que su padre político le inspiraba le quitó el resuello, imposibilitándola de expresar lo mucho y bueno que se le ocurría. «Por consiguiente prosiguió el respetable señor tomándole a su nuera las dos manos , ese caballerito que compraste será puesto en el asilo de Guillermina... No hay que fruncir las cejas. Allí estará como en la gloria.