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Han pasado unas dos horas; oye un ruido de trompetas lejanas que anuncia la elección del nuevo rey. Se pone de pie. Dentro de media hora llegará Gertrudis... Le dicen que la dignidad real ha recaído en su amigo Franz. Escucha eso como en un sueño... ¿Qué le importa?

Y Franz le toma entonces las dos manos. Juan, Juan, ¿qué te ha sucedido? Paciencia, ya lo sabrás todo responde Juan. Será preciso que lo confiese todo a un ser humano, a uno solo... o eso acabará por ahogarme. ¿Es cierto entonces? ¿Quieres?... Esta noche me voy en la diligencia. Ya tengo billete... Antes de venir a verte he atravesado la aldea por última vez.

A semejanza del antiguo Dios germánico, que era un caudillo militar, el Dios del Evangelio se veía adornado por los alemanes con lanza y escudo. El cristianismo en Berlín lleva casco y botas de montar. Dios se ve movilizado en estos momentos, lo mismo que Otto, Fritz y Franz, para que castigue á los enemigos del pueblo escogido.

Ha entregado igualmente una nota en la cual la cuenta de la herencia está detallada hasta el último céntimo. Después se ha presentado todas las mañanas a hacer la misma pregunta: ¿«Ha venido?» y, al ver la seña negativa de Franz, se ha vuelto sin decir nada. Ese tesoro embaraza al joven panadero.

Atontada, sin lágrimas, con los ojos inmóviles, alejaba a todos sus parientes, incluso a su padre, y sólo permitía que estuviese a su lado Franz Maas. Este le demostró una amistad leal, alejando a los extraños de la casa, y encargándose de arreglar el asunto con las autoridades. Poco faltó para que, a causa de las insinuaciones ambiguas de David, se entablase un juicio contra ella.

Un grito de alegría feroz se escapa de los labios de Juan. Entonces, ven... pero ven corriendo... La diligencia se detiene sólo un cuarto de hora. Nadie nos verá más que Franz Maas... pero él no nos hará traición. Cuando llegues a la ciudad te comprarás vestidos... ¿Eh? ¿qué es eso? El molino se anima.

Cuando llegó el día de la boda no pidió permiso, y se contentó con enviar un saludo por medio de su antiguo condiscípulo Franz Maas, que justamente terminaba entonces su servicio. Seis meses más tarde, él también lo había terminado. Bueno... ¿qué hizo Juan?

Había obscurecido; podía aventurarme a eso; y me he despedido de todo. He ido hasta la tumba de mis padres, delante de la puerta de la iglesia... y también a la Corona, porque debía aún una miseria al dueño... ¿Y has olvidado el molino? Juan se muerde los labios, se retuerce el bigote y murmura: Ya iré. ¡Oh! ¡qué alegría tendrá Martín! exclama Franz Maas, rojo también por la emoción.

Juan ha abierto la puerta sin ruido y se detiene detrás del panadero, cuando éste se dispone a guardar bajo llave los cartuchos de monedas. ¿Todo eso es para ? pregunta poniéndole la mano sobre el hombro. ¡Alabado sea Dios! ¡Al fin has venido! exclama Franz alegremente. Después de una ojeada examina a su amigo, de la cabeza a los pies.

Le llevaron de Liverpool a Amsterdam, y Zaldumbide lo rescató, pagando sus deudas y embarcándole en El Dragón. Allen era un buen muchacho, pero muy poco marino. Por más que yo intenté explicarle las maniobras, no pude. Miraba al mar como algo sin interés. Tenía espíritu de labrador. Otro hombre bueno en el fondo era Franz Nissen, el timonel. Hablaba muy poco, y nunca de su vida.