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Actualizado: 18 de junio de 2025


Aquel hombre le conocía indudablemente; él también conocía aquella cara. ¿Quién era?... De pronto, con su imaginación vió el mar, vió un gran buque, una mujer alta y rubia que le miraba con los ojos entornados, un hombre fornido y bigotudo que hacía discursos imitando el estilo de su emperador. «Descansa en paz, capitán ErckmannAsí habían venido á terminar, en un rincón de Francia, las discusiones entabladas en medio del Océano.

Además, en las tardes de mala suerte, visitaba con frecuencia el bar del Casino, buscando la inspiración en una serie de whiskys tomados de pie y á toda prisa. Fornido, algo cuadrado, con la cabeza pequeña, los ojos intensamente azules, el bigote rubio y canoso, Atilio le encontraba cierta semejanza con un jabalí, tal vez por su acometividad y aspereza en momentos de mal humor.

Pues del mismo modo era D. Romualdo: grandón, fornido, atezado, y al propio tiempo excelente persona, de intachable conducta en lo eclesiástico, cazador, hombre de mundo en el grado que puede serlo un cura, de apacible genio, de palabra persuasiva, tolerante con las flaquezas humanas, caritativo, misericordioso, en suma, con los procedimientos metódicos y el buen arreglo que tan bien se avenían con su desahogada posición.

¿No conoces en León a la persona aquí apuntada? siguió Colmenar señalando con la uña el renglón de la lista . ¿Un viejo muy guapo y fornido, muy tieso aún, Joaquín González, el Leonés? ¡El Leonés! Si no hay cosa que más conozca. Varias veces vino a asuntos al Gobierno civil de León. Claro que le conozco. Y ahora recuerdo; es verdad que tiene una chica, pero en esa que no me fijé jamás.

Todos saludaron a nuestro joven, muy circunspectos, sobre todo los toreros, que son los que mejor conservan, en el trato, la gravedad serena y afable peculiar del pueblo español, tan distante del orgullo británico como de la extremada urbanidad de los franceses. El Cigarrero era un hombre ya entrado en días, con el cabello casi blanco, pequeño, fornido, soportando sus años con mucha gallardía.

Matilde era la única que vivía en el país, casada con un muchacho más alto y fornido que rico, gran bebedor y jugador de bolos, que poseía los instintos groseros y viciosos de un labriego y los humos nobiliarios de un mayorazgo. Tenían ya siete hijos, y aunque Laura y Ángela les cedieran su parte de herencia, criábanlos más pobremente aún que D. Álvaro había criado á los suyos.

Y en verdad que no parecía en toda la comarca mozo más fornido... Su padre, labrador rico de Lorío, lo había criado no con nabos y castañas, sino con sabrosos torreznos de jamón y cecina, con pan de escanda y buenos tragos de vino de Toro que los arrieros de Castilla acarrean por el puerto de San Isidro.

Por su gigantesca estatura descollaba sobre los demás hombres. Ágil y fornido, los dominaba y acaudillaba. En su desesperación, no sabiendo a qué arbitrio recurrir, los tripulantes decidieron volver atrás con diferente rumbo, o para ver si hallaban alguna tierra en que remediarse, o para ver si lograban aportar al Japón o volver a la China o a la India.

El discípulo preferido era el comandante Pierrefonds, un hombre corto de estatura, fornido, parco en palabras, de mal carácter, que gruñía á la menor contradicción bajo su recio bigote rojo y blanco. Tenía el gesto reconcentrado y amenazante de un perro feroz y mudo. Sólo el maestro Simoulin se atrevía á bromear con él.

Era un caballero alto, fornido, de unos cuarenta años de edad, la tez morena, los ojos negros, los cabellos crespos y comenzando a blanquear; fisonomía abierta y simpática. Vestía traje de casa, chaqueta obscura y gorra de cazador. ¡Bis, bis...! ¡menino...! ¡pobrecito, pobrecito! El gato permitió al fin que se le acercase y le dirigió una mirada triste y medrosa.

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