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Actualizado: 8 de julio de 2025
La comisión insistió, conociendo en la cara de don Pompeyo que vencerían. Foja presentó un argumento de mucha fuerza. Dice usted, señor don Pompeyo, que por su gusto vendría con nosotros, se restituiría al Casino. ¡Con mil amores! Esa es la palabra... me restituiría.... Que únicamente le retrae el juramento.... Eso, el juramento solemne de no poner en mi vida allí los pies.
Perfectamente interrumpió Foja el señor Guimarán ha hablado como un libro, y eso que no los lee, pero no importa, ha hablado como el libro de su conciencia, según él dice. Aquí, señores, nos hemos reunido para celebrar la vuelta del señor Guimarán al hogar doméstico, llamémoslo así, del Casino. Pero ¡ah! señores diputados, ¿por qué ha vuelto al Casino el señor Guimarán?
¿Por qué no ha de ser este año como los demás? preguntaba Ronzal, que acababa de hacerse un frac en Madrid. Porque este año el Carnaval está muy desanimado por culpa de los Misioneros, por eso respondía Foja, a quien había metido en la Junta directiva don Álvaro. La verdad es dijo el presidente, Mesía que nos exponemos a un desaire.
Quedaron solos el enfermo y el confesor. De Pas se acordó de su madre, de los Jesuitas, de Barinaga, de Glocester, de Mesía, de Foja, del Obispo, y aunque con repugnancia se decidió a sacar todo el partido posible de aquella conversión que se le venía a las manos. En un solo día ¡cuánta felicidad!
Pues yo exclamó solemnemente Orgaz padre, puesto en pie y con voz temblorosa yo no hago nada de eso. Así me bato yo. La cuestión no es ser diestro, es tener valor. ¡Bravo, bravo! ¡eso, eso! gritó gran parte del concurso, como si oyera aquello por primera vez. Siempre que se hablaba de desafíos decían lo mismo que aquel día Foja, don Frutos, Orgaz y otros caballeros.
Fermo, tú eres un papanatas; el mundo está perdido: por eso todos piensan mal y por eso hay que andar con cien ojos.... Hay que aparentar más virtud que se tiene, aunque se sea un ángel. ¿No sabes que de nosotros dicen mil perrerías? Glocester, don Custodio, Foja, don Santos y el mismísimo don Álvaro Mesía, con toda su diplomacia, pasan la vida desacreditándote. ¡Basta, madre, basta por Dios!
¡Qué desfachatez! decía Foja. Es un insensato; no sabe lo que es diplomacia, lo que es disimulo advertía Mourelo. Y yo que no quería creer a usted cuando me decía que se había quedado a comer con ellos.... ¡Ya ve usted! exclamó Glocester triunfante. ¿Y a dónde van los otros? Al Vivero, de fijo; ya sabe usted... a brincar y saltar como potros.... ¡Esas son las clases conservadoras!
No digo que todo sea virtud, pero faltan las ocasiones. Y la sana influencia del clero, sobre todo del clero catedral, hace mucho. Tenemos un Obispo que es un santo, un Magistral.... Hombre, el Magistral... no me venga usted a mí con cuentos.... Si yo hablara.... Además, todos ustedes saben.... El que empleaba estas reticencias era Foja.
Se lo había dicho el marquesito, el íntimo de Mesía». Y, vamos a ver preguntó el señor Foja, el ex-alcalde ¿qué tiene que ver eso de las varas que Mesía quiere poner a la Regenta con el Magistral y la confesión? No quería dejar su presa. No siempre en el Casino se podía hablar mal de los curas.
Mientras los frailes daban sepultura al cadáver de Baltasar en la cripta del monasterio, el prior se encaminó al scriptorium, para recoger la obra del iluminador, suponiéndola no terminada. Pero halló la foja de pergamino orlada de exquisita y delicada labor, la más maravillosa, sin duda alguna, que trazaron los pinceles de Fray Baltasar.
Palabra del Dia
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