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Actualizado: 8 de julio de 2025
El pueblo continuó el otro sin hacer caso mató a Luis diez y seis.... ¡Adiós! ya se desató interrumpió Foja. Y cogiendo el sombrero añadió: Abur, señores; donde hablan los sabios sobramos los ignorantes. Y se aproximó a la puerta.
Se quedó en que aquella noche cenarían todos los del corro a costa de don Frutos. ¡Raro desprendimiento en aquel corazón amante de la economía! Ronzal creyó que una vez más se había impuesto a fuerza de energía; ¡y ahora delante de don Álvaro! Aceptó la cena y el papel de vencedor; por más que estaba seguro de que en su casa no había diccionario. Pero ya que Foja lo decía....
Hubo interrupciones y entonces la conversación tomó un vuelo más alto; Guimarán se dignó prestar atención. Se hablaba ya de la otra vida, y de la moral, que era relativa según la opinión de la mayoría. Foja, pálido, desencajado, con voz temblorosa, sostenía que no había moral de ninguna clase y también se puso de pie ; que el hombre era un animal de costumbres; que cada cual barría para adentro.
Señor Foja respondió Mesía, seguro de que todos esperaban que él hablase hay cuando menos notable exageración en todo lo que usted ha dicho. Vox populi... El pueblo es un majadero gritó Ronzal . El pueblo crucificó a Nuestro Señor Jesucristo, el pueblo dio la cicuta a Hipócrates. A Sócrates corrigió Orgaz, hijo, vengándose bajo el seguro de la presencia de don Álvaro.
Comprendió que el tener razón era allí lo de menos. A Ronzal ya le echaban chispas los ojos montaraces. Se había embrollado y esto era lo que más le irritaba siempre, perder el discurso a lo mejor. ¡Sí, señor, esa cuestión; y quiero que se hable claro! Ni él mismo sabía lo que exigía. Foja se encargó de poner las cosas claras.
¡Miserables! decía con voz patética, de bajo profundo ¡miserables!... ¡Ministro de Dios!... ¡ministro de un cuerno!... El ministro soy yo, yo, Santos Barinaga, honrado comerciante... que no hago la forzosa a nadie... que no robo el pan a nadie... que no obligo a los curas de toda la diócesis... eso, eso, a comprar en mi tienda cálices, patenas, vinajeras, casullas, lámparas (iba contando por los dedos, que encontraba con dificultad), y demás, con otros artículos... como aras; sí señor ¡que nos oigan los sordos, señor Magistral! usted ha hecho renovar las aras de todas las iglesias del obispado... y yo que lo supe... adquirí una gran partida de ellas..., porque creí que era usted... una persona decente... un cristiano.... ¡Buen cristiano te dé Dios! ¡Jesús... que era un gran liberal, como el señor Foja... eso es... un republicano... no vendía aras... y arrojaba a los mercaderes del templo!... Total, que estoy empeñado, embargado, desvalijado... y usted ha vendido cientos de aras al precio que ha querido... ¡se sabe todo, todo, señor apaga-luces... don Simón el Mago.... Torquemada.... Calomarde!... ¿Ven ustedes este santurrón? pues hasta vende hostias... y cera... ha arruinado también al cerero.... Y papel pintado...
Palabra del Dia
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