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Actualizado: 8 de julio de 2025


Lo de buena tinta.... Quintanar debe de haber mandado a estas horas sus padrinos a don Álvaro. ¡Padrinos! ¿por qué? preguntó Redondo. ¡Bah! Está usted buen cazurro. Demasiado sabe usted por qué. La verdad es que aquello era un escándalo. Joaquín Orgaz defendió a don Álvaro. Pero Foja no atacaba a Mesía, atacaba a don Víctor que había consentido tanto tiempo aquella desvergüenza.

Permítame usted, señor Foja o señor diablo.... Y el vulgo, es claro, es malicioso; y como da la pícara casualidad de que La Cruz Roja ocupa los bajos de la casa contigua a la del Provisor; y como da la picarísima casualidad de que sabemos todos que hay comunicación por los sótanos, entre casa y casa.... Hombre, no sea usted barullón ni embustero.

Pues dicen que Olvidito está supeditada a la voluntad de don Fermín; que no se casa ni se casará porque él quiere hacerla monja, y que don Manuel autoriza esto, y.... Y yo juro que es verdad, señor don Álvaro gritó Foja. ¿Pero cree usted, también que el Magistral haga el amor a la niña? Eso es lo que yo no . Ni lo otro dijo Ronzal.

Se trataba añadió Foja de las varas que toma o no toma cierta dama, hasta hoy muy respetada, y de los refuerzos espirituales que su atribulada conciencia busca o no busca en la dirección moral de don Fermín.... ¡Je, je!... Ronzal no entendía. A ver, a ver; exijo que se hable claro. Joaquinito miró a su papá como pidiendo auxilio.

¡Y ya me las pagará! Pero usted, le aborrece por aquello de «¿quién es tu enemigo? El de tu oficio». Usted vende objetos del culto: cálices, patenas, vinajeras, lámparas, sagrarios, casullas, cera y hasta hostias.... , señor; y a mucha honra señor Arcipreste. Hombre, eso ya lo ; pero usted, vende eso y.... ¡Hola! ¡hola! interrumpió Foja . ¡Preciosa confesión! ¡Dato precioso!

Los milagros que doña Paula había hecho correr entre las masas impresionables e iliteratas no son para dichos. El mismo señor Obispo, en su último sermón a las beatas pobres y clase de tropa, criadas de servicio, etc., etc., había aludido al triunfo de aquel hijo predilecto de la Iglesia.... No habrá más remedio que agachar la cabeza y dejar pasar el temporal decía Foja.

El Gobernador decía en su casa que no se le hablase de aquello, que su deber de autoridad estaba en abierta contradicción con su deber de caballero, que debía tener oídos de mercader, ojos de topo, y los tendría.... Pasó aquel día, y pasó el siguiente y no se sabía nada. ¿Era una papa lo del duelo? preguntaba Foja en el Casino.

Foja, los Orgaz echaban lodo con las dos manos sobre la honra difunta de aquella pobre viuda encerrada entre cuatro paredes.

Pero a pesar de este discurso y otros por el estilo, a Foja no se le ocurría mandar una gallina a don Santos para que le hiciesen caldo. Y como él obraban todos los defensores teóricos del comerciante arruinado. Decían a una que moría de hambre y nadie al visitarle le llevaba un pedazo de pan. Y hasta le visitaban pocos.

Por algunos días vino a eclipsar al valetudinario Barinaga, que, en efecto, se consumía en la miseria, un suceso de gravedad suma, según Glocester y Foja y bandos respectivos: «La hija de Carraspique, sor Teresa, agonizaba en el inmundo asilo de las Salesas, en la celda que era, según Somoza, un inodoro, por no decir todo lo contrario». Y dicho y hecho.

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