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Y cuando algo muy hondo, pero muy claro y distinto, le decía a la Villasis en el fondo de su conciencia que ella podía y aun debía ser aquella tal marquesa o aquella cual duquesa, vino a distraerla de sus extrañas reflexiones la voz de Genoveva Butrón, que dando ya por reunido el congreso femenil, comenzaba a exponer el objeto de aquella junta.

La sociedad mallorquina, encerrada en sus preocupaciones tradicionales, como un molusco en sus valvas, y enemiga por instinto de las novedades de París, indignóse ante este escándalo. ¡No eran casados!... ¡Y ella escribía novelas que espantaban por su audacia a las gentes de bien!... La curiosidad femenil quiso conocerlas, pero en Mallorca sólo recibía libros don Horacio Febrer, el abuelo de Jaime, y los pequeños volúmenes de Indiana y Lelia propiedad de aquél corrieron de mano en mano sin que los lectores los entendiesen. ¡Una mujer casada que escribía libros y vivía con un hombre que no era su marido!...

Esas costumbres de independencia femenil, que nos asombran a los latinos y que en los últimos tiempos han empezado a ser fuente de preocupación para los mismos yanquis, han dado por resultado la confianza tranquila que sostiene a las mujeres en todos los sitios públicos.

Pasó una gran parte del baile sin fijarse en el español. ¡Eran tantos los oficiales que la rodeaban, acogiendo con sonrisas de gratitud sus chistes atroces y sus palabras gruesas!... De pronto, Saldaña, que estaba entre dos puertas, se estremeció al oir una voz femenil de tono imperioso. Su brazo, marqués.

Se había alarmado sin saber por qué, ante el gesto solemne del senador, con ese instinto femenil que perfora las precauciones de los hombres, adivinando lo que hay oculto detrás de ellas. Había visto además que René y su padre hablaban en voz baja, con una emoción contenida. Rondó con irresistible curiosidad por las inmediaciones del despacho, esperando oir algo. Pero su espera no fué larga.

Freya, satisfecha de estas experiencias, guardaba sus tesoros en la cajita y la repelía con pasajero tedio, para arrojarse sobre Ulises lo mismo que una bestia que quiere morder. Estos largos encierros en una atmósfera cargada de esencias, de tabaco oriental, de respiración de carne femenil, desordenaban el pensamiento de Ferragut.

El prelado la amenaza iracundo devolverla á la nada, de donde la había sacado, resolviendo ella resistir con todo su poder y toda su astucia femenil á las intrigas de sus enemigos. Enrique con Ana. Enseña á su querida mujer una carta para la divorciada Catalina, llena de vanos consuelos; Ana se aflige al leerla, con el secreto propósito de envenenarla.

Y abrumado por la sorpresa, permaneció erguido, con los ojos desmesuradamente abiertos, apoyando su espalda en la pared, como si temiera desplomarse. Debió lanzar un suspiro; tal vez chocó con demasiada rudeza contra la pared. ¿Quién anda ahí? Y tras larga pausa, contestó a esta voz femenil otra de hombre en tono más bajo, pero que rasgó los oídos de Juanito: Será Miss, que juega.

Luego, haciendo un esfuerzo, concentraba su atención, y oía a Febrer que le hablaba de grandes y lejanas ciudades, de desfiles de coches lujosos, con mujeres que ostentaban las últimas modas, de escalinatas de teatros por donde descendían cascadas de brillantes, plumas y hombros desnudos, esforzándose él por colocarse al nivel del pensamiento de la muchacha, por halagarla con estas descripciones de gloria femenil.

Por espacio de diez segundos imperaban la confusión y el desorden, y había empujones, pellizcos convulsivos, arañazos, violentos repelones; pero apenas iban aproximándose a las cercanías de la Fábrica, donde el severo reglamento prohibía los escándalos, cesaba el griterío, comenzaba el torrente femenil a precipitarse dentro del patio, y restablecíase la paz, ya que no la serenidad interior, en la fiel imagen abreviada de la nación española.