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Actualizado: 4 de junio de 2025
Su boca apenas estaba cubierta con un hule, desprendido de las puntas; un andrajo negro con letras amarillas y borrosas. Feli leyó con algún trabajo: «Aparisi y Guijarro». Ese señor continuó Isidro fue famoso en vida. Pronunciaba en el Congreso discursos que duraban varias sesiones. Los curas de toda España, los devotos, las mujeres, aguardaban con impaciencia los periódicos para leerle.
Eres la de Médicis, la de Canova, la Capitolina, ¡eso es!... la Capitolina, que es la más chulona de todas las Venus... Deja que te bese de rodillas, que te adore. Y en la extravagancia de su embriaguez, pretendió arrodillarse para besar una pierna que asomaba entre las ropas del lecho. Feli sonreía con estos arrebatos de su amante. Le placía verle alegre.
Feli vivía en dulce somnolencia, absorta por su felicidad, algo asombrada de que el mundo guardase ocultas tantas delicias. Todo le parecía bueno; se abandonaba con sublime impudor; sentíase capaz de caer en los brazos de Isidro en plena glorieta de los Cuatro Caminos con el mismo arrobamiento que si estuvieran en despoblado.
Después percibió un perfume de flores marchitas y vio esparcidos sobre la cama varios bouquets, que indudablemente habían servido de adorno a los cubiertos antes de comenzar el banquete. ¡Viva el arte! gritó Maltrana con una agitación que hizo reír a Feli . ¡Viva la eterna belleza! ¡Viva la juventud triunfante!
Isidro, que lo veía todo de color rosa, admiraba el adorno del merendero. ¡Muy hermoso! ¡muy original! ¡Aquello era arte moderno! Y el amo, satisfecho por estos elogios de un señorito que parecía inteligente, contestaba con modestia: Un poquito de gusto, y nada más. Así y todo, me cuesta, un porción de dinero... ¿Qué van ustedes a tomar? El merendero completo quería Isidro para Feli.
La inocente Feli decía esto trémula aún de miedo, como si no tuviese la seguridad de poseer a Isidro, como si temiera que se lo arrebatasen aquellas tentaciones que abultaba con fantástico relieve.
Sólo les faltaba amueblar la casa; y se dedicaron a ello con el entusiasmo de la novedad, halagados por esta ocupación, que era de burgueses, según decía Maltrana. Feli abandonó para siempre la casa de su padre y el barrio de las Carolinas. El Mosco dormía aquella mañana, cansado de su expedición de la noche anterior.
Y esta mocita preguntó Feli , ¿cuándo se casa?... ¡Anda! exclamó la vieja con impúdica risa . ¡Pues si ahí donde usted la ve, está más abierta que la puerta de la Macarena!... Es la mujé de mi hijo Rafaé, al que yaman el Boto... Tiene trece años; pero más mocita me casé yo con mi difunto... a los once.
Feli, sin darse cuenta, habíase deslizado de su asiento, acabando por acomodarse en las rodillas de Maltrana. Le ofrecía entre sus labios un dulce; lo partían con largo y meloso beso, y el joven, después de esta caricia, hablaba gravemente de su porvenir.
Feli, que tanto cuidaba en otros tiempos del arreglo de su persona, permanecía ahora inmóvil en la única silla entera de la casa, como si no viese ni entendiese, sin otra sensibilidad que un continuo frío que la hacía estremecerse en sus ligeras envolturas. Maltrana salía diariamente en busca del pan.
Palabra del Dia
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