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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Aquí me tienes, virgen de sublimes amores. Ante el ara sombría de tus hondos dolores, donde fulgura el cirio de la Fatalidad, permite que lamente tus penas y tormentos, yo que, cual , he sentido también mis sufrimientos, sin ver siquiera un prado de la Felicidad.

Contra esto nada puedes ; nada pueden tus iguales. Hay, a pesar de todo, en la efusión de las potencias del alma, algo de corporal que está sujeto al hado. Esto es lo que he perdido en Asclepigenia. La fatalidad me lo roba. El libre albedrío de ella no ha sido bastante brioso para defenderlo con heroicidad.

Que todo es ameno, que todo es de rosa, que es palabra vana la fatalidad, que ninguna pena mi pecho destroza y que no es amarga la realidad. Porque hay que engañarse si el alma queremos que no se deshaga en girones mil, y siempre pensemos y siempre forjemos que nunca se mueren las rosas de Abril.

Eso me lo sabía yo de corrido dijo Agapo, ¡las veces que le he visto en la calle Florida detrás de ella! y una tarde, al salir de casa de mi señor hermano, tropecé en la acera con Quilito, y cuando doblaba la esquina vi a Susana en el balcón... Que ellos se entienden, no hay duda. Si esto es una fatalidad exclamó misia Casilda, va a ser un semillero de disgustos para nosotros.

A esta fatalidad sobrevinieron otras, cuales fueron la de haberlos cargado el enemigo, haberse pegado fuego á la pólvora que tenian, y caídoles un lienzo del edificio en que se alojaban: y muertos unos, otros abrasados, y no pocos envueltos en la ruina de la pared, fueron todos consumidos y disipados, y el rebelde se aprovechó de las armas de fuego y blancas, reforzándose con los despojos de sus mismos enemigos.

Entre todos claveteamos sólidamente el cajón de Tucker. Después, Nanela y yo nos persignamos y nos fuimos. Pero la Fatalidad nos perseguía, una Fatalidad indescriptible... Debíamos seguir... Y cada paso era una brazada menos del hilo de nuestras vidas, ¡una brazada menos!...

»Yo soy hijo de Juan de Aguirre y de una muchacha, sirviente de casa de nuestra abuela. No le culpo a mi padre del abandono en que me han tenido. La fatalidad lo ha dispuesto así. »Tu marido y tendréis seguramente la idea de que soy un hombre perverso y dañino.

Y en tanto el ex-regente, a quien aquellas sombras del salón y aquella discreta luz del farol de enfrente y del cuarto de luna parecían muy a propósito para confesar sus picardías eróticas, continuaba el relato, para decir de cuando en cuando, a manera de estribillo: ¡Pero qué fatalidad! ¿Cree usted que por fin la hice mía? ¡pues, no señor! pásmese usted.... Lo de siempre, me faltó la constancia, la decisión, el entusiasmo... y me quedé a media miel, amigo mío.

El pobre Fabrice no debía escapar a esa fatalidad: desde el regreso de Pierrepont mostraba por él aún más efusiva amistad que en los mejores tiempos del pasado, lo que quizás explicaba, el deseo de ganar para Beatriz la compañía de un tan consumado y brillante hombre de mundo cual era el marqués.

Es que cuando un conjunto de circunstancias favorables pone en las manos del hombre gran cantidad de bienes, privándole de uno solo, la fatalidad de nuestra naturaleza o el principio de descontento que existe en nuestro barro constitutivo le impulsan a desear precisamente lo poquito que no se le ha otorgado.

Palabra del Dia

hociquea

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