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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Y furioso contra la fatalidad, que le había dado por madre a doña Manuela, cerraba los puños como si quisiera estrangular a alguien. Levantó la cabeza y vio que se había separado del pretil, siguiendo por el camino de ronda.
Pensaba en lo que haría él, de verse condenado por la fatalidad social á aquella labor que embotaba los sentidos y parecía evaporar el cerebro en un ambiente de fuego.
Tan corto nos quedaba ya el hilo, que me parecía tener atados mis dos pies a una soga... ¡Y la Fatalidad tiraba de la soga para atrás!... Ya no veía sino un mar de luz... Y oía la luz... Y sentía mi cabeza llena de una luz que pesaba como plomo derretido...
Van-Horn se inclinó por el coronamiento del castillo y miró hacia abajo. Un grito se le escapó. ¡Capitán! exclamó . ¡Nos vamos hundiendo lentamente! La popa se ha sumergido en poco tiempo más de tres pies. El agua ha cubierto el timón y llega a la orla inferior del cuadro. ¡Hans, Cornelio, Lu-Hang, a la estiba! gritó el Capitán . ¡Sobre nosotros pesa una triste fatalidad!
Era aquella mirada, que conocía tan bien, aquel movimiento de los labios que tanto había amado, aquel perfume acostumbrado, que llegaba hasta ella. Se estremeció y, segura ya, esperó resignada su sentencia. No quiso ya resistir á la fatalidad.
La murmuración de sus amigas se equivocaba al ver un fingimiento en esta oposición terca de la Valcárcel a la fatalidad de las cosas; no, no la halagaba ser madre a tales horas; el terror del peligro, que le parecía supremo, no le dejaba lugar para vanidades de ningún género. La enfermedad, la muerte..., eso, eso veía ella. «Yo no podré parir; me lo da el corazón.
No, mil veces no continuó con energía después de un breve silencio . Todo eso de la lucha por la vida con su cortejo de crueldades puede ser verdad en las especies inferiores, pero no debe ser verdad entre los hombres. Somos seres de razón y de progreso, y debemos libertarnos de la fatalidad del medio, modificándolo á nuestra conveniencia.
Tenía aquel pueblo también, como todos los pueblos, como todos los hombres, su especialidad, su fatalidad invencible, su anankée insuperable, como diría Víctor Hugo.
P. D. Se me olvidaba decirte que a mi última salida de las Batuecas se susurraba que hablaban ya. ¡Pobres batuecos! ¡Y ellos mismos se lo creían! ¿Por qué extraña fatalidad ha de anhelar el hombre siempre lo que no tiene? Preguntémosle a un joven barbilucio qué desea. ¿Cuándo tendré barbas? exclama en su interior.
El viaje de Julio había servido para hacerla sentir con más intensidad su ausencia. Viéndole, escuchando aquellos relatos de muerte que el padre se complacía en repetir, se dió mejor cuenta de los peligros que rodeaban á su hijo. La fatalidad parecía avisarla con fúnebres presentimientos. Le van á matar decía á su marido . Esa herida es un aviso del cielo.
Palabra del Dia
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