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Actualizado: 4 de julio de 2025


Fatigados con tanto movimiento y alardes de fuerza, choques y excitaciones vanas, Paco y Joaquín, antes que Edelmira, Obdulia y Visita, dejaron de correr y enredar; y muy serios, con la melancolía del cansancio, se pusieron a contemplar la luna que apareció en el horizonte como una linterna en el campo de batalla de las nubes, que yacían desgarradas por el cielo.

Bonis se sintió apetecido; se explicó, como a la luz de un relámpago, la escena de aquella noche de los polvos de arroz; leyó en el rostro de su mujer una debilidad periódica, una flaqueza femenina, como sumisión pasajera de la hembra al macho, además una misteriosa y extraña corrupción sin nombre: todo esto lo cogió al vuelo, confusamente; tuvo la conciencia súbita de cierta superioridad interina, fugaz; y enardecido por su propio capricho, por las excitaciones que aquel ocaso interesante de hermosura, o, mejor, de deseo, con que se iluminaba Emma, producía en él, se arrojó a un atrevimiento inaudito; y fue que, de repente, se dejó caer de rodillas delante de su mujer, se le abrazó a las almidonadas blancuras, que crujieron contra su pecho, y con voz balbuciente por la emoción, entrecortada y sorda, dijo mil locuras de pasión habladora, que se desborda primero por las palabras; palabras de lascivia en jerga amorosa, en diminutivos, tal como él las había aprendido de todo corazón en su trato con la Gorgheggi.

La gente, el ruido, la curiosidad popular, el deseo de mostrarse sereno y alegre ante la admiración pública, y sobre todo la cercanía del peligro real y corpóreo, borraban instantáneamente esta angustia del aislamiento, en la cual, el espada, viéndose sin el auxilio de las excitaciones externas, se encontraba con algo semejante al miedo.

Los manejos de Portugal y las excitaciones tardías de D. Manuel, su Soberano, se estrellaron en la firme decisión tomada por el Monarca español, el cual otorgó solemnemente en Zaragoza, las regias capitulaciones con arreglo á las cuales había de hacerse la expedición á Occidente.

Aquella perpetua crítica ejercida sobre mismo, aquel mirar implacable, tan pronto amigo como enemigo, siempre molesto como un testigo y desconfiado como un juez, aquel estado de permanente indiscreción respecto a los actos más inocentes de una edad en la que se reflexiona poco, todo aquello me sumió en una serie de angustias, de dudas, de estupores o excitaciones que me conducía directamente a una crisis.

La iglesia está en obra y el convento en completa ruina, estado en que permanecerán largo tiempo, teniendo en cuenta la proverbial resistencia pasiva del natural de Tiaong, quien prestará pocos y tardíos auxilios. No hay Tribunal, y la escuela la constituye un malísimo camarín. El cuartel de la Guardia civil se levantó á fuerza de excitaciones y algo más.

Y como Perico se retirase cabizbajo, añadió el doctor: Sobre todo pocas excitaciones... nada de bailar, ni de nadar... reposo moral... ni música, ni novelas.... Las aldeanas que padecen el mal de su hermana de usted se curan con agua, donde echan un manojo de clavos, o escoria de fragua.... La civilización hace artificioso todo: si quiere sanar, que no trasnoche, que no ande en funciones... el corsé flojo, los tacones anchos....

Si bien fué Madrid la primera y principal residencia del arte dramático, por concentrarse en él todo el poder y todo el brillo de la nación, también se erigieron en todas partes escuelas dramáticas análogas, que extendían más, con rapidez maravillosa, las excitaciones recibidas de la capital, y transformaban las creaciones del gran poeta en bienes comunes á la nación entera.

Y con su vida regular y morigerada recobró la salud, que nunca había sido muy fuerte y que habían estragado las excitaciones constantes de la existencia de calavera, para la cual no había nacido. Porque, si bien era lindo mozo, agraciado y simpático, tenía más de enclenque que de robusto. Era de genio manso, suave e inclinado a la quietud y a la paz.

A ruegos de los gacetilleros, singularmente el del Lábaro, se perseguía cruelmente la prostitución, pero el juego no se podía perseguir. En cuanto a las «infames que comerciaban con su cuerpo», como decía Cármenes escribiendo de incógnito los fondos del Lábaro, ¿cómo no habían de ser maltratadas, si diariamente se publicaban excitaciones de este género en la prensa local?

Palabra del Dia

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