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Actualizado: 21 de junio de 2025


Esta estaba pálida y a pesar de los violentos esfuerzos que hacía sobre misma, no podía dominar sus emociones, ni su visible estremecimiento. Felizmente Mathys se equivocó con respecto a aquella emoción.

Todo el buque tembló de la quilla al extremo de los topes, de la proa al timón, con un estremecimiento mortal, como si unas tenazas invisibles acabasen de inmovilizarlo en plena carrera. El capitán quiso explicarse este accidente. «Hemos encallado se dijo ; un escollo que no conozco; algo que no figura en las cartas...»

García sintió el estremecimiento del soldado que va a entrar en fuego. El caballero maduro no comprendía por qué se aplaudía aquella obra. Ningún efecto teatral que tuviese novedad, ningún carácter con verdadero relieve; nada más que versos sonoros, es decir, hojarasca.

Cuando las dos mujeres anduvieron un poco más, dejaron de ver la soga; pero oyeron más fuerte el zumbar de la rueda acompañado de ligeros chirridos. Se adivinaba el roce del eje sobre los cojinetes mal engrasados y el estremecimiento de las transmisiones, de donde obtenían su girar las roldanas, en las cuales estaban atadas las sogas. Pero nada se podía ver.

Tardé en conciliar el sueño, como sucede siempre que uno anda caviloso, y por dos o tres veces, cuando ya creía ganarlo, me despertó un gran estremecimiento parecido a la emoción que se experimenta al tocar el botón de una máquina eléctrica. Al fin me dormí.

Profundo estremecimiento, precursor del invierno, atravesaba por la Naturaleza toda, y dijérase que antes de morir, quería vestirse sus más ricas galas: así la viña virgen tenía tan espléndido traje de púrpura, y el álamo blanco elevaba con tal coquetería el penacho de cándidos airones de su copa; así la coralina se adornaba con innumerables sartas y zarcillos de sangriento coral, y las cinias recorrían toda la escala de los colores vivos con sus festoneadas enaguas.

¡Cuánto le agradezco que haya venido, barón! me dijo. Me aburría mortalmente. ¿Vamos al jardín?... ¿quiere? Hay allí un cenador muy fresco, en el que podremos conversar tranquilamente. Pasa entonces su brazo por debajo del mío, y yo siento un estremecimiento. Les aseguro, señores, que en aquellos momentos me habría sido más fácil asaltar una fortaleza que bajar del terrado.

Iba presuroso y acobardado, llevando un paquete de papel en la mano, algo como dos libras de azúcar, recién compradas en la tienda. ¡Aquel lleva veneno! gritaron varias mujeres corriendo hacia él. El lego fue rodeado por un grupo y desapareció en él. No se vio más que un estremecimiento de brazos y cabezas, un enjambre de cuerpos que forcejearon entre gritos.

En cuanto se ve sola con Juan, le murmura en tono de súplica: Ve a buscar las canciones. Entonces se sientan en un rincón retirado, y juntan sus cabezas; durante la lectura sienten con delicia que un estremecimiento de voluptuosidad les recorre el cuerpo. He aquí, en primer lugar, esa poesía extraña: EL CONDE ORSINSKI A SU AMADA

Mira, chica, mira a aquel señorito cómo se lleva a esos pobres niños... El hijo del brigadier sintió un dulce estremecimiento de gozo al escuchar aquellas palabras: y siguió triunfante con los dos niños. Pero en la esquina de la calle del Prado sintió unos pasos precipitados que seguían los suyos y oyó que le decían: Caballero, déjeme V. llevar uno de esos niños. La voz era conocida.

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