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El suelo intransitable ponía obstáculos sin fin, pilas de cántaros y vasijas, ante los pies del gentío presuroso, y la vibración de los adoquines al paso de los carros parecía hacer bailar a personas y cacharros. Hombres con sartas de pañuelos de diferentes colores se ponían delante del transeúnte como si fueran a capearlo.

Eran murmullos como de voleteos de pájaros en pajarera, ruido de risitas semejante a sartas de perlas que caen desgranándose en una copa de cristal, sedoso crujir de países de abanico, estallido seco de varillajes, ruedecillas de sillón que un punto corrían sobre el encerado piso, ruge-ruge de faldas, que parecía estridor de alitas de insecto.

En tanto que uno baja y otro queda Me fuerza Yamandú vuelva la rueda. Llegado este tacaño con las cartas Al isla, con placer fué recibido; El Juan Ortiz le dió cuchillos, sartas, Y de paño de grana un buen vestido. De dádivas y dones fueron hartas Sus manos, por pensar lo ha merecido, Y él pretende entregarse á suelta rienda En vida del cristiano y de hacienda.

Unas bellotas envié a mi señora la duquesa; yo quisiera que fueran de oro. Envíame algunas sartas de perlas, si se usan en esa ínsula.

La misa, que en un principio juzgó ceremonia cansada y larga, fue pronto para ella representación de lo que sufrió el hijo de Dios, que por nuestras culpas se dio, y sigue dándose en cuerpo y sangre como precio de la redención humana; las letanías, antes enojosas, sartas de frases que no entendía, adquirieron carácter de plegarias gratas a sus labios, dulces al oído de aquéllos a quienes iban dirigidas; el rosario, que consideró retahíla de inútiles repeticiones, acabó por parecerle saludo de palabras augustas, recuerdo de las mayores penas y dichas que sufrió la Madre del Salvador del mundo.

En graciosas cenefas y en madejas ondeadas pendían las salchichas rojas como el pimiento de quien tomaban su afectado colorete, y las sartas de chorizos se entremezclaban con los perniles, acariciándolos suavemente con su piel crasosa.

Era cercenadora de porciones como de moneda, y así hacía unas ollas éticas de puro flacas, unos caldos que a estar cuajados se pudieran hacer sartas de cristal de ellos. Las Pascuas, por diferenciar, para que estuviese gorda la olla, solía echar cabos de vela de sebo y así decía que estaban sus ollas gordas por el cabo. Y era verdad según me lo parló un pabilo que yo masqué un día.

Abiertas éstas, se halló un riquísimo y completo aderezo de dama, de perlas preciosas, y multitud de alhajas de hombre; joyeles para el sombrero, herretes para la ropilla, sartas de perlas para las cuchilladas, rosetas para los talabartes, cadenas, sortijas, una placa de Santiago, una empuñadura de espada de corte, desarmada, y conteras para la misma; todo de oro y pedrería, y de pedrería de gran valor.

Delante de un espejillo fementido peinó su cabellera soberbia; la cubrió después á medias con un pañuelo de seda azul, cuyos flecos le caían graciosamente por la frente: colgó de las orejas los pendientes de aljófar que su padre le había traído recientemente de Oviedo; ciñó su garganta con tres sartas de corales; apretó su talle con el justillo de cien flores y cordones de seda torzal; se puso el dengue de pana, la saya negra de estameña, la media blanca, el zapato de becerro fino... ¡Ea, ya está lista la zagala!

Del cuello pendíanle sartas de perlas, cadenas de oro con docenas de sortijas enhebradas, que esparcían al moverse mágicos resplandores. La túnica y el delantero del manto iban chapados de relojes de oro prendidos con alfileres, pendientes de esmeraldas y brillantes, sortijas con piedras enormes cual guijarros luminosos.