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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Resonaron al fin pasos en el dormitorio, crujieron las vidrieras al tropezar en ellas una persona, y la voz cobarde, trémula del cocinero mayor, dijo desde en medio de la obscuridad: ¿Estáis ahí, señora? Doña Ana hizo un violento esfuerzo sobre sí misma para que su voz no temblase y contestó con acento dulce: Sí, sí, señor Francisco Montiño. ¿Viene con vos ese caballero?
Quedóse Montiño mirando de una manera perpleja á fray Luis. Luego suspiró profundamente y dijo: Lo que yo he amado más sobre todas las cosas ha sido... Y se detuvo. Ved que estáis hablando con vuestra conciencia observó el padre Aliaga. Montiño hizo un poderoso esfuerzo y contestó: Lo que yo he amado sobre todas las cosas ha sido... el dinero.
¡Ella! ¿sabéis lo que ella haría conmigo? si os ama como yo creo, como indudablemente os ama, me mataría... Como vos la mataríais á ella... Yo... yo... ¡Dios mío! yo no... no... porque sería mataros á vos... sí, mataros... estáis loco por ella... y yo no quiero mataros... no... de ningún modo... no quiero que sufráis... Nos encontramos en una situación muy difícil... muy grave.
Seguid el ejemplo de vuestro metropolitano Recafredo, el cual condena ya ese falso celo que os lleva desalados al suplicio, y obedeced tambien los decretos que este justo prelado acaba de dictar para desengañaros de vuestras falsas doctrinas . No busqueis la muerte, no corrais con ciego afan al suicidio, pues no sereis mártires, sino malhechores y temerarios, si en ello os obstinais: sabed que presentándoos á los jueces sin ser violentados, estais excomulgados, y que como infames sereis quemados despues de muertos, dejando á vuestros hermanos y descendientes el baldon del castigo, y no la aureola de la glorificacion. ¡Oh mezquinas consideraciones humanas!
No hay, pues, por qué avergonzarnos, porque yo amo, tú amas, aquél ama y todos, en fin, amamos. ¿Pero qué estáis diciendo, Manuel? Digo que sois la mujer más dichosa y más desdichada que conozco. No os entiendo.
-Mal estáis con las dueñas, Sancho amigo -dijo la duquesa-: mucho os vais tras la opinión del boticario toledano. Pues a fe que no tenéis razón; que dueñas hay en mi casa que pueden ser ejemplo de dueñas, que aquí está mi doña Rodríguez, que no me dejará decir otra cosa.
Y ése es el que estáis viendo, amarrado por sus dos cables. A bordo había poca gente: el contramaestre, seis marineros y un grumete; nadie más. Los marineros estaban agrupados en los obenques o sentados sobre los afustes de los cañones.
Ha realizado un formidable cambio de frente y trata á Mauricio como enemigo en vez de considerarle como aliado. Ya estáis advertidos. Tomad una resolución, pero que sea adoptada por vuestras propias inspiraciones. No veáis sino vuestro interés y no me tengáis en cuenta para nada, pero contad conmigo.
Quevedo buscó inútilmente en la parte baja del alcázar al tío Manolillo, y subió á su aposento, á cuya puerta llamó inútilmente repetidas veces. Al fin Quevedo gritó: Si estáis ahí, tío Manolillo, abrid, hermano, abrid á Quevedo. Oyéronse violentos pasos y se abrió la puerta. Apareció el bufón pálido y desencajado.
¡No me conocíais! ¡No me habéis visto antes de ahora! dijo la Dorotea, que comprendía en la mirada del fraile, fija en ella, algo de espanto, mucho de anhelo y muchísimo de afecto. El bufón se anticipó al padre Aliaga. No, hija mía, no; este respetable religioso no te conocía ni de nombre. Me estáis engañando dijo de una manera sumamente seria la Dorotea.
Palabra del Dia
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