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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Para nuestro señor y dueño Ogul, cuyo palacio estais viendo á orillas del rio, y al cabo de este prado, que somos sus mas humildes esclavas.
Lágrimas mías: ¿por dónde estáis que no corréis a mares?, como cantó el poeta. Unos amores desdichados, sí. Pero no quiero mentarlos. ¿Cúya es la culpa? ¿De ella? Jamás, jamás, jamás. La culpa es mía. Me enamoré de una beldad tan alta como la blanca Beatriz. Merecida es mi pena, y yo la acepto con júbilo infinito.
Estais sobre la escena... Acabad vuestro drama con el arte grandioso del vivir. Pero tened en cuenta que si os sale tragedia no han de faltarle risas; ni han de faltarle lágrimas si os resulta comedia. El epílogo triste de tu vida se prolonga cubriendo con su gloria el silencio expresivo de la historia.
10 Y Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, es muerto en la batalla. ¿Por qué pues os estáis ahora quedos en orden a hacer volver al rey? 12 Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois; ¿por qué pues seréis vosotros los postreros en volver al rey? 13 Asimismo diréis a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y carne mía?
Estáis faltando a una dama... ¡y a una dama de vuestra familia! clamó indignada la aludida. Pensad más bien en vuestros pecados, vizconde dijo gravemente don Fernando, para que Dios os perdone en el día del juicio final.
26 porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 27 Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis vestidos. 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente la Simiente de Abraham sois, y conforme a la promesa, los herederos. 1 También digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del siervo, aunque es el señor de todo;
Luego exclamó: ¡Qué sueño tan horrible! Ya que de sueños habláis dijo Quevedo , tomad lo pasado como sueño y escarmiento. No juguéis más con el alma de la mujer, porque las mujeres son terribles. Olvidad. No puedo. Domináos. Tengo el corazón despedazado. Por lo mismo, y porque estáis experimentando lo que es tener el corazón amargo y sangriento, no queráis que le tenga también vuestra esposa.
Este pensamiento le causó tal alborozo, que se puso a reír como si le hicieran cosquillas. Estáis alegre, sobrino le observó doña Inés. ¿Cómo podría yo estar a vuestro lado, mi tía, sino contento con la felicidad de veros? El gascón, que había oído muy bien, intervino: ¿Qué decís?... ¡Más despacio, jovenzuelos!
Ve lo que has hecho, Reina: has multiplicado kilogramos por gramos, y aquí, dados 2/5 multiplicados por... Señor cura, ¿a que no adivináis cuál es la cosa más arrobadora que hay sobre la tierra? No, Reina, ¿qué cosa? El amor, señor cura. ¿De qué estáis hablando hija mía? exclamó inquieto el buen anciano.
Pero el ermitaño, cuya barba era más blanca que la nieve, cuya piel estaba más arrugada que una pasa, y cuyo cuerpo se asemejaba a un consunto esqueleto, echó sobre ellas una mirada penetrante con unos ojos, aunque hundidos, relucientes como dos acuas, y dijo con voz entera, alegre y suave: Gracias al cielo que al fin estáis aquí. Cien años ha que os espero.
Palabra del Dia
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