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Actualizado: 17 de junio de 2025


Si es lícito abandonarse á conjeturas, diremos de estos adelantos escénicos lo que de los argumentos de La Cueva, cuando nos fijamos en sus groseros efectos, y los miramos como un esqueleto desprovisto de las galas brillantes que lo adornan.

Inspector Pue, ocurrido hacía unos ochenta años; y que también en un periódico de nuestros días había visto el relato de la extracción de sus restos mientras se restauraba la Iglesia de San Pedro, en cuyo pequeño cementerio estaban enterrados. Por más señas que sólo hallaron un esqueleto incompleto y una enorme peluca bien conservada.

Su rostro, de color amarillo viejo, presentaba reflejos extraños a la luz de las llamas. El doctor Lorquin, después de contemplarlo, dijo: Es un hermoso ejemplar de la raza tártara; si yo tuviese tiempo, lo cubriría con una capa de cal para tener un esqueleto de esta especie.

Poco mas arriba de Nare la monotonía empieza, y los bosques interminables de guarumos, árbol de color gris claro que parece un fantasma en esqueleto, le dan á las orillas un aspecto de tristeza y esterilidad. El sol quema como una brasa, el calor, de 36 grados, es sufocante, y la desolacion de la naturaleza comienza.

Luego, de repente, empezaban todos a gritar, y el gabinete se llenaba de una alegría loca, de una tempestad de sonidos, de un huracán de pasiones, como si todo se trastornase y desencadenase. Luego comenzaban los bailes. Cualquier esqueleto vestido de mujer daba vueltas como un peón junto a la mesa, en una danza loca, frenética.

Llamole por su nombre verdadero Feijoo, y acercose el otro a la mesa, inclinando, para ver quién le llamaba, su cara amarilla, requemada por el sol de Cuba y Filipinas. Se reconocieron. Villaamil, invitado por su amigo, dobló su esqueleto para sentarse, y tomó café... con más leche que café... «¡Ah!, ¿buscaba usted a Juan Pablo? Pues del salto se ha ido al café de Zaragoza.

Allí detrás quedaba el mísero amigo, abandonado, pronto olvidado del mundo entero; estaba a flor de tierra... separado de los demás vetustenses que habían sido, por un muro que era una deshonra; perdido, como el esqueleto de un rocín, entre ortigas, escajos y lodo.... Por aquella brecha penetraban perros y gatos en el cementerio civil.... A toda profanación estaba abierto.... Y allí estaba don Santos... el buen Barinaga que había vendido patenas y viriles... y creía en ellos... en otro tiempo. ¡Y todo aquello era obra suya... de don Pompeyo; él, en el café restaurant de la Paz, había comenzado a demoler el alcázar de la fe... del pobre comerciante!...».

En Leitmeritz he visto un esqueleto Que me llenó de asombro, Y cual un amuleto Me conmovió por su expresión macabra: Sobre cualquier escombro Puesta de pié, famélica osamenta Cubierta por sayal que apenas se abra. En el cuello un rosario.

¿No voy camino del infierno, señor cura? No me parece, mi buena hijita. Son cosas de tu edad. Eres tan joven. ¿Joven, mi pobre cura? ¡Ah, si pudierais ver el fondo de mi alma! Os he escrito, que no era más que un esqueleto, y es la verdad. En todo caso, no lo pareces. Ya hablaremos de ello de aquí a un rato, señor cura, y os convenceréis.

«Voy a descansar un ratito. Aunque sean dos ratitos, chica... Ya sabes que tengo el mayor gusto... Estás en tu casa... Vaya que tienes un bonito cuarto. Pero, hombre, ya podías haber puesto ese esqueleto en otra parte. ¡Qué horror! Quiero estar contemplando a todas horas la miseria humana. ¿De quién serían esos pobres huesos?... Son de mujer. Quizás una tan hermosa como ... Mírate en ese espejo.

Palabra del Dia

rigoleto

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