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Actualizado: 2 de julio de 2025
Y Rafael, con la vista perdida en el fondo del Prado, espiando las rápidas apariciones de la cabellera de oro para convencerse de que Leonora aún estaba allí, oía como en un sueño a aquel hombre que, según afirmaban los maliciosos, estaba destinado a ser su segundo padre.
La estufa del jardín tenía inmediato a la verja un horno pequeño hecho de ladrillos y recubierto de baldosas, que servía para entibiar la atmósfera en que crecían las flores: Pateta se acercaba allí, espiando el momento en que ningún criado pudiera verle, y metiendo el brazo por entre los barrotes de la verja, depositaba la carta bajo una de aquellas baldosas mal afirmadas.
Avanzaba a tientas, sin otro guía que los luminosos resquicios de las cerradas ventanas. Su madre dormía en una habitación inmediata: oía su respiración, el fatigado estertor de un sueño pesado, con el que se reponía de aquellas noches en vela espiando su regreso de las citas de amor.
Este individuo con aire de alcahuete debía tener gran culpa en la inmovilidad del vapor: se lo avisaba el corazón. Por no irse á las manos con él y porque no riese solapadamente al verle esperar horas y horas en el vestíbulo, se apostaba en la calle, espiando las entradas y salidas da Ferragut. Las tres veces que consiguió hablar con él obtuvo al mismo éxito.
Don Custodio, el beneficiado, había pasado la tarde anterior sobre espinas; primero con el cuidado de ver llegar a la Regenta, después espiando la confesión, que duraba, duraba «escandalosamente». Iba y venía, fingiendo ocupaciones, por la nave de la derecha y pasaba ya lejos, ya cerca de la capilla del Magistral.
La gente joven que Maltrana había encontrado algunas veces junto a la verja que cerraba el paso a los camarotes, espiando las idas y venidas de camareras y criadas, manteníase a cierta distancia, contemplando a Nélida con una admiración casi homicida. La devoraban todos con los ojos. Parecía que de un momento a otro iban a caer sobre ella, despedazándola.
Dígala Vd., de parte de su hijo, que, si quiere, pronto podrá quedarse aquí para siempre. Adiós, señor repuso secamente la del hábito. Salió Pepe al corredor que comunicaba con el zaguán, y al atravesar el cruce de dos pasillos vio claridad de luz artificial en una puerta entornada: atraídos sus ojos por el resplandor, miró, y tras aquella puerta vio a su madre, que estaba espiando su salida.
No pasaba nadie; pero podían pasar... y ¿qué se pensaría si le veían allí, espiando a los convidados del Marqués?... Debía marcharse... sí; pero hasta que aquellos bultos se retirasen del balcón no podía moverse.
Había estado al principio de la guerra en otro buque que iba de Londres á Nueva York, y recordaba las noches de inquietud, los días de ansiosa vigilancia espiando el mar y la atmósfera, temiendo de un momento á otro la aparición de un periscopio sobre las aguas ó el aviso eléctrico de un vapor torpedeado por los submarinos. En este mar se podía vivir tranquilamente, como en tiempos de paz.
Cuando él decía la hora justa, ella suspiraba y el corazón se la oprimía más, todavía más; pasó a la sala, abrió la ventana, y a pesar del frío, se estuvo asomada, espiando el paso de los transeuntes. Ahí viene alguien, ¿será él? parece que se detiene... no, sigue; ahí viene otro, pero pisa más fuerte que él...
Palabra del Dia
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