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Tal vez no tardase en hacer uso de su «herramienta». Recordó á varios individuos que en los días anteriores paseaban lentamente por el muelle examinando el buque, espiando á los que entraban y salían. Si alcanzaba á verlos de nuevo, se echaría fuera del vapor para decirles dos palabras. No hagas nada ordenó Ferragut . Yo me ocuparé del asunto. Todo el día estuvo preocupado por la noticia.

Y él, satisfecho del consejo, pasaba los días de labor en pleno campo, a la sombra de un árbol, oyendo cantar a los pájaros, espiando a las atlotas que transitaban por las sendas; y cuando le bullía en la cabeza un trovo nuevo, sentábase a la orilla del mar para devanarlo lentamente, fijándolo en su memoria. Jaime se despidió de él: podía continuar su trabajo poético.

El italiano no prestaba gran atención á sus propias palabras, espiando con ojos inquietos á la «señora marquesa» y su acompañante. La tertulia cambió totalmente de aspecto después que Pirovani se presentó con sus rosas. En la noche siguiente estaban los cuatro sentados á la mesa y más silenciosos que otras veces.

Algún caballero se acercaba con disimulo a las habitaciones contiguas, espiando el momento de tender la mano sobre los riquísimos vegueros esparcidos en bandejas de plata.

242 matreriando lo pasaba ya a las casas no venía; solía arrimarme de día, mas, lo mesmos que el carancho, siempre estaba sobre el rancho espiando a la polecía. 243 Viva el gaucho que ande mal, como zorro perseguido, hasta que al menor descuido se lo atarasquen los perros, pues nunca le falta un yerro al hombre más alvertido.

No lo decía y esquivaba la mirada de don Pablo, porque estaba segura que, si sus ojos se encontraban, entregaría su secreto sin resistencia; y don Pablo la preguntaba, la apuraba, espiando sus gestos, desmenuzando el sentido de sus palabras, cual si sospechara que algo había oculto y no quería mostrársele.

Pero ellas están espiando por el ojo de la llave... ¡Largo de ahí, escuerzos!... ¿Siente usted como escapan? ¡Je, je!... ¡estas mujeres!... ¿Cómo enojarse, señores? No fui capaz de eso. ¿Tengo el cuero demasiado grueso? En fin, no pude hacerlo. ¿Qué figura tenía el hombre?... No me pasaba una línea de la cintura.

Ahí está ese gaznápiro decía don Bernardino, espiando lo que no le importa; ¡y pensar que con media palabra mía, podía quitarme semejante estorbo! Por su parte, don Pablo Aquiles se irritaba cada vez que veía pasar al odiado personaje. ¡Cerrar esa puerta! prorrumpía apartando el mamotreto que estudiaba, ¡qué negros éstos! Nada, tendré que cambiar de sitio.

¿Puedo yo entrar de otra manera en casa de mi señor hermano? contestó el atorrante con amargura; que no hay nadie, porque he estado espiando a la puerta y he visto salir a todos, menos a ti; hasta el mucamo ha salido: si me encuentra en la escalera, me echa; es la consigna que tiene del señor Esteven. No digas eso; siempre que hablas de papá, exageras de un modo...

Sus grandes nadaderas picaban venenosamente. El cuerpo, pesado, con fajas y manchas sombrías, estaba cubierto de apéndices singulares en forma de hojas y tomaba fácilmente el color del fondo. En la semiobscuridad parecía una piedra cubierta de plantas. Con este mimetismo se libraba de los enemigos, espiando mejor á su presa.