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Actualizado: 30 de abril de 2025


¡Ah! ¡ah! por el amor... ¿hablaron de amor?... Don Rodrigo pidió una recompensa por sus sacrificios á la reina. Y la reina... La reina le dijo: ¡esperad! ¡Pero una esperanza!... Mi buena amiga: cuando una mujer pronuncia la palabra ¡esperad! como la pronunció la reina, es lo mismo que si dijese: hoy no, mañana.

Id a ver a Winthrop y decidle que no vaya a lo de Cass y que me espere... ordenad que me ensillen mi caballo. ¡Ah! esperad; tratad de vender la vieja jaca de Dunsey y de entregarme ese dinero; ¿habéis oído? Ya no mantendrá más caballos a mi costa. Y si sabéis dónde se ha metido vos lo sabéis sin duda , podéis decirle que no se el trabajo de volver a la casa.

¿No habéis sido puesto en libertad? ¿No necesitáis licencia del rey para partiros esta misma noche de Madrid? ¡Ah, ! ¡Es cierto! Pues vamos. Vamos. Esperad, esperad; allá, en aquella esquina, medio agoniza un farol delante de una imagen; vamos allí, don Juan, quiero veros el rostro. Esta fué una intimación indirecta al joven para que se dominase, para que compusiese su semblante.

¿La mitad de la fortuna del amo? Ciertamente. Me lo ha dicho más de cien veces. Yo poseo la mitad de su fortuna; pero no hemos repartido el dinero todavía: me tiene guardada mi parte. ¡Qué gran majadería! ¿Majadería? Esperad, que ahora entra él. Voy a pedirle mi cuenta y os traeré a la cocina todo mi capital. ¡Pobre inocente! sólo obtuvo de su amo una buena lección de gramática parda.

Le han obligado a volvernos la espalda. Iré a hablar con él. CLEOPATRA. ¡Esperad! ¡Verónica! No se os escapará vuestro chiquillo. Hay que tomar una resolución. PROSERPINA. Por mi parte, es igual que tengamos unos maridos u otros. Allá se van todos. Estoy segura de que lo primero que se me pedirá es una buena cena.

Yo os daría un consejo; ¿Cuál? Hacéos sacar del cuerpo los malos, y cuando os los hayan sacado entonces hablaremos; entonces veremos si yo os sirvo á vos, ó si vos me servís á . Y Quevedo se levantó en ademán de irse. Esperad, esperad, don Francisco; os necesito aún. ¡Ah! ¿con que aún no me suelta? Nunca habéis estado más libre que ahora. Pues mirad, nunca me he sentido más preso.

Llevaréis esta otra al duque de Lerma dijo el padre Aliaga devolviendo á Montiño la carta que la noche antes había escrito la madre Misericordia para su tío, bajo la presión del temor causado en ella por el Santo Oficio. El cocinero se levantó súbitamente, porque le tardaba en verse en libertad. Esperad, esperad todavía. Montiño volvió á sentarse con pena.

¿La alegría? , ... esperad, pero dejadme llorar un poco... ¡Me hace tanto bien!... no tengáis cuidado... no es nada. Bajo los besos de su hermana, Bettina se calma, se tranquiliza. Ya se acabó, se acabó, y voy a deciros... tengo que hablaros de Juan. ¡Juan! ¿lo llamáis Juan? , lo llamo Juan... ¿No habéis notado, de algún tiempo a esta parte, que estaba triste y parecía ser muy desgraciado?

Quedad con Dios, señora dijo el cocinero rebujándose ; pero esperad un momento... Como veréis á su excelencia... cuando nada importante tengáis que hablar, recordadle la situación en que me hallo; ya lo sabe su excelencia; decidle que estoy muy necesitado de amparo. , , se lo diré contestó doña Ana con suma impaciencia.

Venid, arquero; ya podéis despediros de vuestro cobertor, y por lo menos de un par de huesos que voy á romperos contra el suelo. Eres todo un hombre, cabeza roja, exclamó el arquero con gran risa, poniendo á un lado su jarro y apretando el ancho cinto de cuero. Esperad, un momento, dijo un montero.

Palabra del Dia

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