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El esfuerzo tentado, el abandono completo de mismo, la abnegación llevada hasta el martirio ¿de qué servían? Cada día, con toda injusticia, sentía más pesado el fardo de su aislamiento. ¿Por qué también había dejado que aquella pasión lo dominase hasta el punto de quebrantarlo? Juan veía con terror desvanecerse su valor y su fe en el porvenir. Sabía que jamás conocería la felicidad.

Vió un cañón acostado, con las ruedas rotas y en alto, entre muchos hombres que parecían dormir; vió soldados que se tendían y doblaban la cabeza sin un grito, sin una contracción, como si los dominase el sueño instantáneamente. Otros aullaban arrastrándose ó caminaban con las manos en el vientre y las posaderas rozando el suelo. El viejo experimentó una sensación aguda de calor.

Tengo la cabeza debilitada; no pienso sino en cosas de susto, en espantos.... ¿Ve usted qué chillidos di ayer por la dichosa araña? Pues de noche, cuando me quedo sola con la niña... porque el ama durmiendo es lo mismo que si estuviese muerta; aunque le disparen al oído un cañón de a ocho no se mueve haría a cada paso escenas por el estilo si no me dominase.

A esta conclusión llegaba el Magistral aquella noche, en que, después de larga conversación con su madre, se encerró en su despacho a repasar en la memoria todo lo que él sabía de los sacrificios que aquella mujer fuerte había emprendido y realizado por él, porque él subiera, porque dominase y ganara riquezas y honores.

Y Lamprecht, el historiador psicológico, lanzaba, como los otros profesores, el credo de la superioridad absoluta de la raza germánica. Era justo que dominase al mundo, ya que ella sola dispone de la fuerza. Esta «germanización telúrica» resultaría de inmensos beneficios para los hombres. La tierra iba á ser feliz bajo la dominación de un pueblo nacido para amo.

Aunque el dolor por la muerte de Doña Blanca se había ido mitigando en todos aquellos corazones, Clara la recordaba con ternura melancólica, y el Comendador con cariño y con penoso arrepentimiento á la vez. Sólo D. Valentín, que comía como un buitre, y que había engordado, y no hallaba quien le riñese ni quien le dominase, se creía en la obligación de llorar cuando menos ganas tenía.

Así como todo lector cándido y crédulo podrá inferir después de leer La sima que es una abominable patulea la mayoría de los seres humanos, la lectura de otra flamante novela que tengo sobre mi mesa, y cuyo título es Nieve y cieno, puede inducir en error menos cruel, pero no menos evidente. ¿Es verosímil, es frecuente en la vida real que haya un gran conjunto de hombres y de mujeres apacibles, sencillos, virtuosos y buenos a carta cabal, los cuales vivirían feliz y honradamente en un perpetuo y almibarado idilio, si no hubiese un tirano que les impusiese su yugo, que los tratase a puntapiés y que los dominase a su antojo, como fiero y rústico pastor a rebaño manso e inerme.

Ferragut la interrumpió. Tenía el ceño fruncido, como si le dominase una idea tenaz... Tal vez no la escuchaba. ¿Dónde está la doctora?... El tono de su pregunta fué inquietante. Cerró los puños, mirando en torno de él como si aguardase la aparición de la imponente dama. Su gesto era igual al que había acompañado la agresión contra Freya.

¿No habéis sido puesto en libertad? ¿No necesitáis licencia del rey para partiros esta misma noche de Madrid? ¡Ah, ! ¡Es cierto! Pues vamos. Vamos. Esperad, esperad; allá, en aquella esquina, medio agoniza un farol delante de una imagen; vamos allí, don Juan, quiero veros el rostro. Esta fué una intimación indirecta al joven para que se dominase, para que compusiese su semblante.

Recibiré, pues, a Francisca... Qué penoso momento... Con tal de que tenga valor... 28 de marzo. He visto a Francisca y he tenido con ella una escena muy dura. La abuela me había suplicado tanto que me dominase, y tan vigorosamente me había sermoneado el padre Tomás, que estuve casi correcta. Francisca entró un poco desconcertada. Evidentemente tenía conciencia de su mala acción.