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Actualizado: 31 de mayo de 2025
13 Por lo cual, teniendo los lomos de vuestro entendimiento ceñidos con templanza, esperad perfectamente en la gracia que os es presentada cuando Jesús, el Cristo, os es manifestado, 14 como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;
El cielo no ha querido dar hijos á mi esposo en su Kinserita antes tan querida, y me repudia por estéril. ¡El profeta permite romper por esterilidad un vínculo que la naturaleza hace indisoluble! «Esperad tres meses antes de repudiar á las mugeres que han perdido las esperanzas de concebir .»
Llegaron á la esquina y Quevedo le quitó el sombrero para verle mejor el rostro. No importa que os mojéis la cabeza dijo ; cuanto más agua cae sobre el fuego, mejor. Vedlo; estoy tranquilo, estoy como siempre dijo don Juan sonriendo de una manera tan amarga, tan horrible, que Quevedo retrocedió espantado. Esperad; os he enseñado mi corazón, ahora voy á mostraros mi valor.
Buenas noches, y... contadme por vuestro amigo. Gracias, padre dijo Montiño tomando la mano que el padre Aliaga le tendía y besándosela. ¡Que Dios os bendiga! dijo el padre Aliaga. Y aquellas fueron las únicas palabras en que Montiño notó algo de conmoción en el acento del fraile. Saludó y se dirigió á la puerta. Esperad: vos sois nuevo en el convento y necesitáis guía.
Con tanta y tan grave cosa como me tiene en cuidado, me olvidé de daros una provisión de capitán que tengo para vos. Esperad. Voy á dárosla. Y la joven se levantó, sacó del cajón de un mueble un papel, y le dió á don Juan. Esta provisión ha sido vendida y revendida dijo el joven. Se ha comprado para vos. ¿Y quién la ha comprado? La reina. ¡Me paga el servicio casual que la he hecho!
Esperad... esperad, que el negocio lo merece repuso el señor Gabriel con gran calma . Recordad; yo pido al tío Manolillo esta tarde mil y quinientos doblones por la vida de un hombre principal, que sé de seguro que es don Rodrigo Calderón; don Rodrigo Calderón tiene unas cartas de la reina que la comprometen, y esta noche va á casa de la señora María á pedir mil y quinientos doblones una dama, que aunque no la conocemos, debe ser principalísima. ¿No creéis que debe meditarse esto, señor Francisco? ¿No creéis que en esto danzan las cartas, la reina y el tío Manolillo, y tal vez la reina en persona...?
¿Quiere vuestra señoría que avise al ujier de cámara de su majestad? dijo Ruy Soto. Esperad un momento; decíais que estábais acechando... Sí; sí, señor, á dos hombres sospechosos que no han cesado de pasearse desde el obscurecer y en silencio, por la galería de la derecha. ¿Y qué trazas tienen esos hombres? Malas, señor; pero aunque las tuvieran muy buenas, la tenacidad con que se pasean...
Sed caballero y leal, y tened por seguro que aunque no volváis á verme vuestra fortuna ha de dar envidia á muchos. ¡Oh! ¡esperad! ¡esperad, señora! ¿No os he dejado una prenda? Pero... No puedo detenerme más. Adiós; impedid que ese hombre me siga. Adiós. Y la tapada tiró una calleja adelante. El bulto que estaba parado á alguna distancia, adelantó á buen paso.
Yo no puedo estrechar vuestra mano, yo no puedo serviros; yo no quiero hacerme cómplice de la ruina de España; á mi duque de Osuna me atengo... y si me desayudare el duque... me atenderé á mí mismo, que me basto y aun me sobro. Quede vuecencia con Dios. Esperad: no es por ahí, don Francisco dijo el duque tomando una bujía de sobre la mesa y yendo á una puertecilla.
¡Aún está caliente el cuerpo de vuestra madre, y ya peleáis como Caínes! ¡Respetad el sueño de la muerte, sacrílegos! Esperad a que llegue vuestro padre, y él dará a cada uno lo que en herencia le corresponda. No seáis como los cuervos, que caen en bandada sobre los muertos para comérselos. ¡Cuervos! ¡Caínes!
Palabra del Dia
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