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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Las medias y los zapatos del ventero. ¡Ah! pues... sí... bien... y á Madrid á escape. Como gustéis. Pues en marcha dijo Quevedo , ya estoy listo. Esperad, esperad un momento á que yo esté listo también. Quiero daros resguardo, la noche es obscura y mala y no sabemos lo que os puede acontecer de aquí á Madrid, que hay media legua larga.
Debo orar junto á esta desgraciada, y tanto más, cuanto que es hija de otra infeliz, á quien he amado mucho, antes de dejar el mundo. Y yo necesito apartar de aquí á don Juan. Sí, sí; lleváoslo. Esperad, esperad dijo don Juan levantándose y dando algunos pasos hacia Dorotea. ¡Que hacéis! dijo dulcemente el padre Aliaga. ¡Dejadme, por Dios, que la vea la última vez!
Tú tendrás en tu casa algún escondrijo... ¡Los sótanos! exclamó doña Ana. Pues á los sótanos; agarra pronto, si no quieres perderte... concluyamos por el momento, que yo volveré. Esperad... esperad... voy á abrir las puertas dijo con angustia doña Ana para que nada nos entretenga y salió y volvió poco después. Entonces la ramera y el bufón asieron del bandido, y le llevaron.
Mi respetable padre, deteneos, os lo suplico. ?Porque? Esperad un momento, y yo me esplicare en otro parage. MANFREDO solo.
¡Y ahora se atreven a acusar de liviandad a la condesa! ¡Defenderemos su honor! ¡No permitiremos que se la insulte! EL CONDE. Esperad, barones. ¿Quién se atreve a acusar de liviandad a mi hija? ¿Y qué gentes son ésas, con traza y gesto de bandidos? VALDEMAR. Perdonad, conde, nuestra irrupción: buscamos al duque. Nadie pone en duda vuestra nobleza caballeresca, conde.
La ostentación de fuerzas numerosas le incomoda; pocos soldados, pero bien instruídos. Dejadle formar un ejército, esperad que os diga: ya está en estado, y concededle que escoja el terreno en que ha de dar la batalla, y podéis fiarle entonces la suerte de la República.
Esperad que la recuerde... Era triste..., triste como un miserere. No puedo acordarme, Juan Claudio, pero me parece oírla todavía, pues nos heló la sangre. Y como Yégof no cesara de reír, la cólera se apoderó a la vez de toda la gente, que lanzó un grito terrible.
¿Y lograréis que mi mujer y mi hija sean castigadas, y que yo recobre mi dinero? Haré cuanto pueda; tened por cierto que antes de mucho, una nube de ministros de justicia estarán buscando á los criminales. ¡Ah! ¡señora! Debes escribir al duque dijo el bufón. En efecto, hace tres días que no le veo dijo la Dorotea ; esperad, esperad un momento, voy á escribirle.
Bajo las aguas amargas, están trabajando nuestros obreros, según sus especies ó sus caracteres: los más atrevidos en las rompientes, en las apacibles costas la gente tímida. He aquí un mundo poco variado. Esperad. Los vientos, las corrientes, trabajan para enriquecerle.
BENITO. Basta; de ellos es, pues no vee nada. FURRIER. ¡Canalla! Si otra vez me dicen que soy de ellos no les dejaré hueso sano. BENITO. Nunca los confesos ni ladrones fueron valientes; y por eso no podemos dejar de decir: de ellos es, de ellos es. FURRIER. ¡Cuerpo de Dios con los villanos! Esperad.
Palabra del Dia
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