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Actualizado: 31 de mayo de 2025
7 Y su paje de armas le respondió: Haz todo lo que tienes en tu corazón; ve, que aquí estoy contigo a tu voluntad. 9 Si nos dijeren así: Esperad hasta que lleguemos a vosotros; entonces nos estaremos en nuestro lugar, y no subiremos a ellos. 10 Mas si nos dijeren así: Subid a nosotros; entonces subiremos, porque el SE
Tres meses después ganamos el pleito, y por los terrenos que, ya sin apelación posible, eran propiedad de las dos, nos ofrecían cinco millones. Fui a consultar a Richard. «Rehusad, y esperad; si os ofrecen esa suma, es porque los terrenos valen el doble.
Marta bajó con la joven, y abrió la puerta de la sala. Un suspiro ahogado se le escapó. Vió sentado al lado de la condesa a un hombre vestido de negro, de una fisonomía fría y sonriente, cuya mirada le heló la sangre en las venas. Está bien dijo con sequedad la condesa . Dejad a la señorita con nosotros, cerrad la puerta, idos arriba y esperad allí mis órdenes... ¿No me comprendéis?
Repúsose el padre Aliaga. ¿Conque... vais á buscar á esos dos amantes? dijo. No por cierto, voy á esperarlos á su casa... y como pueden tardar... Esperad, cuando la hayáis encontrado, en la galería de los Infantes. Esperaré... Cuando yo llegue, os avisarán. Muy bien. Y para que los encontréis más pronto, id al momento. Quedad con Dios, padre Aliaga; quedad con Dios y hasta luego. El bufón salió.
Os habéis arreglado con la loca para engañarme. Aunque finjáis estar triste y asustada, interiormente, ¿verdad?, estáis contenta. El dinero que Federico os ha dado o prometido, os indemnizará de los resultados de vuestra vil traición. Marchaos, salid del castillo, y esperad delante de la puerta vuestros bagajes. Suplicad y rogad cuanto queráis; no volveréis a poner los pies en el castillo.
Cuando ya sea hombre á lo menos. Hablad, señora. ¿Cuando sea hombre ocupará un lugar distinguido en la corte? Sí, señora. Se casará, le casaréis con una dama. Sí; sí, señora. Pues bien, esperad. La duquesa subió, y bajó á poco. Tomad. ¿Y qué es esto, señora? La herencia que doy á mi hijo; el aderezo que llevé puesto el día en que me velaron con el duque de Gandía. ¿Y bien?...
Señora dijo el notario a la condesa . Os estáis perdiendo vos misma. Tenemos pruebas, pruebas irrecusables. ¡La cárcel va a abrirse para vos! ¿Qué pruebas podéis tener de una historia que es mentira? Un documento firmado por vos, señora. Un documento falso. Esperad, vais a quedar anonadada.
Gonzalvillo se separó de la puerta, y cuando Montiño iba á cerrarla, se le presentó de repente un hombre. ¡Eh! ¡esperad, señor Francisco, esperad! ¡pues á fe que me ha costado poco trabajo llegar aquí para que yo os suelte! ¡Ah! ¡señor Gabriel! ¿y qué me queréis? dijo el cocinero del rey, con mal talante Entrad, entrad, y decidme lo que me hayáis de decir.
Debemos probar que las guerras de Italia y de Flandes se miran, no sólo con descuido, sino con traición... Esperad... esperad un poco... ese es un medio extremo; el rey es muy débil... Demasiado, por desgracia. El rey nuestro señor, que no ve más allá de las paredes de palacio...
Esperad, esperad dijo el tío Manolillo ; voy á daros la confitura que debéis adornar con ese lazo; es una pera bergamota, una hermosa pera; tomad. Y desenvolvió de un papel que tomó de sobre una mesa una magnífica pera confitada. Montiño tomó la pera con la misma repugnancia que había tomado el lazo, y fué á adornarla con él.
Palabra del Dia
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