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Actualizado: 31 de mayo de 2025


¿Qué ha pasado aquí? exclamó Cornelio con voz ronca. ¡Aquí ha habido un combate! respondió Horn mesándose el cabello . ¡Los salvajes han acometido a nuestros compañeros! ¡Y tal vez mi tío, mi hermano y el chino han sido muertos! ¡No!... ¡Esperad!... El piloto se precipitó entre la yerba y recogió un trozo de carta arrugado, que había al pie de un árbol.

33 Y toma consigo a Pedro y a Jacobo y a Juan, y comenzó a atemorizarse, y a angustiarse. 34 Y les dice: Está muy triste mi alma, hasta la muerte; esperad aquí y velad. 35 Y yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró, que si fuese posible, pasase de él aquella hora,

CLEOPATRA. No tengo nada que confesar. Soy víctima de una calumnia. MARCIO. ¡Señor profesor, estamos esperando! ESCIPIÓN. ¡Date prisa, te lo suplico! ¡Confiesa! ¡Oh, Júpiter, ya abre la boca! Esperad, señores sabinos: confiesa. Tapadle la boca a vuestro profesor, puesto que confiesa. CLEOPATRA. Bueno, confieso. El asunto está arreglado.

Pero, esperad... que vaya alguien corriendo a Casa de Winthrop a buscar a Dolly; es la mejor mujer que puede darse. Ben estaba aquí antes de la cena, ¿se ha marchado ya? , señor me he cruzado con él dijo Marner ; pero no tuve tiempo de detenerme a decirle otra cosa sino que iba en busca del doctor, y él me respondió que éste estaba en casa del squire.

Y sonó una llave en una cerradura, se abrió una puerta. Al fondo de una habitación, al través de la puerta de otra, vió Montiño el reflejo de una luz. Vió también que la dama que hasta allí le había conducido, estaba tan envuelta en su manto como cuando la encontró en la calle. Entrad dijo la dama. Montiño entró. Esperad aquí repitió la dama. Montiño se detuvo junto á la puerta.

, señora: pero es el caso que se ha dejado su manto. Esperad, que ya volverá: cuando vuelva la decís que la despido, y que Bustillos corra con lo necesario para enviársela á su padre, con una carta en que se diga por qué la vuelvo. Muy bien, señora. Haced que me traigan algo que sirva para pegar papel. Trajeron á la duquesa almidón cocido. ¿No almuerza la señora? No. La dueña salió admirada.

A lo que el cocinero respondió: -Hermano, este día no es de aquellos sobre quien tiene juridición la hambre, merced al rico Camacho. Apeaos y mirad si hay por ahí un cucharón, y espumad una gallina o dos, y buen provecho os hagan. -No veo ninguno -respondió Sancho. -Esperad -dijo el cocinero-. ¡Pecador de , y qué melindroso y para poco debéis de ser!

Vos tenéis que ir á Atocha. Yo me he detenido ya demasiado. Adiós, pues dijo Juan Montiño, tomando una mano á doña Clara y besándola. Y se dirigió á la salida. Esperad, están cerradas las puertas dijo doña Clara, tomando una bujía y precediéndole.

He dicho de nuestra prima, porque hasta cierto punto vuestros parientes son mis parientes. ¿Os habéis propuesto mortificarme? No quisiera. Pero volvamos á nuestra conspiración. ¿Quién es el confesor de nuestra prima? Esperad; no por qué se me ocurrió preguntar eso mismo á la tornera, y me dijo que un fraile grave de San Francisco... fray José de la Visitación.

Piensa bien en esto; ?no hay algun otro don que pudieramos hallar digno de serte ofrecido? Ninguno: esperad sin embargo... Un momento antes de separarnos, quisiera veros cara a cara. Oigo vuestras voces, cuya dulzura melancolica se asemeja a las armonias melodiosas en medio de un lago cristalino; veo la inmovil claridad de una grande estrella, pero nada mas.

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