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Actualizado: 15 de junio de 2025


A la mañana siguiente, con la cabeza que tan pronto le pesaba al modo de una bola de granito, como sentía que se le escapaba de sobre los hombros, cual vedija de humo, Belarmino salió a la puerta del establecimiento para despejarse. En un entresuelo de la acera del frente, y poco más abajo de la calle, una cuadrilla de carpinteros, albañiles y pintores, trabajaban con energía y diligencia.

Tarsila, Obdulia, Visitación, otro pimpollo que se escapaba por el balcón en compañía de su novio, la misma marquesa de Vegallana, sus hijas, sus sobrinas de la aldea, todo Vetusta, la de clase inclusive, salía allí a la vergüenza, en aquella venganza solitaria de las dos señoritas incasables de Ozores.

Lo colocaban demasiado alto, de donde, su estimación se hacía cruel. El corazón sensible, el sufrimiento del hijo adoptivo, escapaba a su penetración, y Juan se sorprendía de sentirse, de pronto, tan lejos de ellos.

La atraje hacia , le prodigué mil palabras cariñosas, y traté de alejar con mis caricias el temor, la inquietud de su espíritu. Ella bebía con amor cada una de mis palabras; su rostro febricitante estaba pendiente de mis labios y de vez en cuando un débil suspiro se escapaba de su pecho. ¡Oh! ¿Por qué no has estado siempre a mi lado? exclamó, acariciándome las manos.

El capitán Ferragut era para ella una especie de demonio invulnerable y victorioso, que escapaba á todos los peligros, matando á los servidores de la buena causa. Primeramente, Von Kramer; ahora, Karl... Como le era necesario desahogar en alguien su cólera, había hecho responsable á Freya de todas las desgracias. Por ella conocía al capitán y lo había mezclado en los asuntos del «servicio».

Era una de tantas señales de su orgullo. No se le escapaba á Manolo esto, ni tampoco que aquella reunión, compuesta de gente ruda, no correspondía á la calidad de su persona ni á la educación que había recibido; pero todo lo sufría con tal de hallarse cerca de Soledad. Quizá no habría mentira en decir que era relativamente feliz.

Cuando se acercaba á saludarla y tocaba sus dedos finos enguantados y aspiraba el perfume delicado que se escapaba de su persona, como si fuese cualidad de ella y no afeite del tocador, y escuchaba su voz siempre entonada discretamente y veía vagar por sus labios una sonrisa distraída y melancólica, se acordaba de las heroínas que sucesivamente habían ocupado su fantasía y se decía que la condesa nada desmerecía á su lado.

Dos horas se llevaron en la calle de Cuchilleros, cogiendo y soltando animales, acosados por los vendedores, a quienes Plácido trataba a la baqueta. Echábaselas él de tener un pulso tan fino para apreciar el peso, que ni un adarme se le escapaba. Después de dejarse allí bastante dinero, tiraron para otro lado.

Separó los ojos del mar y los fijó en el sacristán, que corría delante silbando a su perro, que se escapaba detrás de unas gallinas. ¡Qué reverencia la de aquel hombre, llevando a su lado al Dios de los cielos, al Creador de todas las cosas! Y la carcajada subía del pecho cada vez con más ímpetu, llegaba a la garganta, tocaba en los labios, estaba a punto de estallar.

Habría tenido sus pasiones como todos; en ciertos momentos se escapaba a través de su exterior inmutable y tranquilo un arranque de vehemencia. Sus ardores de poeta perdido en la política delatábanse algunas veces, como esos volcanes ocultos bajo una sima de nieve se revelan con lejano trueno.

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