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Actualizado: 15 de junio de 2025
Las horas libres entre las observaciones geográficas y las contemplaciones aéreas las empleaba en rondar cerca de las estaciones especialmente la del muelle de Orsay , viendo la muchedumbre de viajeros que escapaba de París.
Creyó por un momento que el suelo escapaba bajo sus pies; se sintió flotar, rodeado de fuerzas misteriosas que rompían y ablandaban su voluntad. Pasó una mano por su frente, como si quisiera repeler muy lejos esta flaqueza momentánea. «¡Ah, perra!», exclamó mentalmente, insultando á la fortuna, seguro otra vez de que iba á esclavizarla. Y continuó jugando.
Al menor descuido, Demetria se escapaba á la cocina y departía familiarmente con las criadas y aun retozaba con ellas. La misma D.ª Beatriz, por sus propios ojos, la vió pellizcar á la cocinera y recibir de ésta en cambio algunos azotes y liarse y triscar como becerras, todo entre groseras carcajadas y gritos reprimidos.
En la intimidad con Melchor y en ausencia de testigos, se resarcieron con creces del discreto silencio observado desde el pueblo hasta la estancia, durante el viaje en el break y ni el más mínimo detalle escapaba a las preguntas que formulaban Ricardo y Lorenzo: ¿Qué es eso? ¿Cómo se llama ese pájaro? ¿Qué animal es aquél?, etc., etc.
En casa la hablaba y la mimaba: cuando salía á dar algún corto paseo por el contorno la invitaba para que le acompañase, aunque tuviese que abandonar alguna faena doméstica, le mostraba sus haciendas y comunicaba con ella sus planes de reforma. Nada de esto escapaba al ojo avizor de los campesinos que al paso de ellos se dirigían miradas y sonrisas de inteligencia.
Así era el mundo y ella estaba sola». Miró a su cuerpo y le pareció tierra. «Era cómplice de los otros, también se escapaba en cuanto podía; se parecía más al mundo que a ella, era más del mundo que de ella». «Yo soy mi alma», dijo entre dientes, y soltando las sábanas que sus manos oprimían, resbaló en el lecho, y quedó supina mientras el muro de almohadas se desmoronaba.
No llevaba ni un cortaplumas: sólo tenía sus puños... Hubiese dado en aquel momento su buque entero, su vida, por un instrumento que le permitiese matar... ¡matar de un golpe!... Se fué apoderando de él la vehemencia sanguinaria del mediterráneo. ¡Matar!... No sabía cómo hacerlo, pero debía matar. Lo más inmediato era detener al enemigo que se escapaba.
En el redondel de éter azul suspendido sobre la plaza aleteaban palomas blancas, como asustadas por el bramido que se escapaba de este cráter de ladrillo. Los lidiadores sentíanse otros al avanzar sobre la arena. Exponían la vida por algo más que el dinero. Sus incertidumbres y terrores ante lo desconocido los habían dejado más allá de las vallas.
El médico se había vuelto para ver lo que hacía Roberto. Este, abatido, al borde de la cama vacía, y con la cabeza hundida en sus manos, permanecía inmóvil. Sólo su respiración oprimida, que se escapaba de su pecho en soplos cortos e irregulares, revelaba la tempestad que se agitaba en su interior. Vuelve en ti, chico dijo el doctor posando la mano en el hombro de Roberto.
Mientras don Juan escapaba cobardemente, falseando su carácter y sintiendo un desasosiego moral que le avergonzaba, Cristeta volvía del teatro a la fonda. Entró en el vestíbulo, se acercó al casillero donde estaban las palmatorias y las llaves, y vio junto a la de su cuarto una carta. Sin saber por que, le dio un vuelco el corazón.
Palabra del Dia
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