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Pepita presenciaba desde un rincón el tocado de su madre. No se la escapaba el gran cambio que ésta había sufrido. Los trajes elegantes de otro tiempo, se apolillaban abandonados en el guardarropa, sin que nuevos encargos á París y Madrid vinieran á sustituirlos.

Este animal oceánico de férreo caparazón tenía un alma que se escapaba normalmente por aquella torre con una respiración acompasada, o mugía con la furia del instinto en las noches de peligro ante el escollo cercano o la densa niebla. Sus compartimientos interiores parecían sensibles a la influencia del ambiente, como las mucosas de un organismo animal.

A Hullin, que tenía buena vista, no se le escapaba nada; además, hacía muchos años que había sido testigo de hechos análogos; pero Lagarmitte, que nunca había visto nada parecido, estaba estupefacto. ¡Cuántos son! decía moviendo la cabeza. ¡Bah! ¿Y eso qué significa? dijo Hullin . En mi tiempo hemos aniquilado tres ejércitos de cincuenta mil, de la misma raza que éstos, en seis meses.

Todas las semanas se escapaba á la capital para hacer largas visitas á la viuda del notario. Por no viene decía la buena señora . ¿Quién se molesta por una vieja?... Te digo que quiere á Cinta, y para la chica será una suerte casarse con este hombre tan sabio, tan serio.

Por las puertas de las freidurías de pescado se escapaba el tufillo suculento del aceite. En el centro de la calle estacionábanse los vendedores ambulantes pregonando dulces y bebidas.

Lucía se apeó delante de su casa y entró; Miguel siguió en el carruaje y lo despidió en la primer esquina: allí aguardó a que la generala entreabriese el balcón de su gabinete para entrar también. Mucha prisa necesitaba darse el general Bembo a recoger lo que por tantos agujeros se le escapaba a su media naranja.

¡Delicioso! decía Currita más y más conmovida, porque la cabra se escapaba en aquel momento.

Quiso avanzar más para escuchar la conversación que se le escapaba por haber bajado la voz los interlocutores, pero uno de los perros que allí estaban lo olfateó y se puso a ladrar. Entonces no tuvo más remedio que descubrirse, fingir que llegaba en aquel momento haciendo de tripas corazón, sonreír y dirigir palabras amables a aquellos traidores.

Luego, se escapaba, sin esperar las gracias; a través de los campos, a través de los bosques, de casa en casa, de cabaña en cabaña, andaba, andaba, andaba... Una especie de embriaguez le subía al cerebro. Por todos lados en su camino oía gritos de alegría y asombro. Todos aquellos luises de oro caían como por encanto, en aquellas pobres manos habituadas a recibir pequeñas monedas de plata.

Ningún pensamiento alegre ó triste, ningún deseo más ó menos vago se le escapaba. Comprendió, pues, al instante, al través de las bromas triviales de siempre, que Paca le interesaba y que la estaba galanteando. Pero aquí se detuvo su penetración.