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Actualizado: 14 de junio de 2025
Enormes mulas, lerdas y toscas pero de suma resistencia y solidez, y habituadas á caminar según su instinto y voluntad por los mas agrios desfiladeros y páramos, aguardaban á sus caballeros y amazonas prosáicas, modestamente ataviadas; en tanto que muchos peones cargueros alistaban sus sillas de manos para trasportar á las señoras enfermas ó incapaces de montar.
Mientras marchábamos por los duros despeñaderos, no podía menos de admirar la resolución y la voluntad de aquellas tres criaturas delicadas, habituadas a todas las comodidades de la vida, que iban a mi lado sonrientes y conversadoras, bajo un sol de fuego, al insoportable movimiento de la mula.
Raza de herreros y estañadores y de gentes que no tienen una nocion regular de la idea de la propiedad, tradicionalmente habituadas á los fraudes, los robos rateros, las mistificaciones y los procederes hipócritas, los Gitanos han comprendido sin duda que sus habitaciones debían ser apropiadas á la ocultación y el disimulo.
Nada le agradó, y experimentó mil decepciones, como suele acontecer a las gentes habituadas a vivir en el campo, que se forman del pueblo una idea exagerada.
Sus plantas, habituadas á un suelo inseguro, guardaban aún sobre la tierra firme cierta sensación de movilidad elástica. Sus idas y venidas no despertaban la curiosidad de las gentes sentadas en el paseo. Una preocupación común parecía abarcar á todos, hombres y mujeres. Los grupos cruzaban en alta voz sus impresiones.
Luego, se escapaba, sin esperar las gracias; a través de los campos, a través de los bosques, de casa en casa, de cabaña en cabaña, andaba, andaba, andaba... Una especie de embriaguez le subía al cerebro. Por todos lados en su camino oía gritos de alegría y asombro. Todos aquellos luises de oro caían como por encanto, en aquellas pobres manos habituadas a recibir pequeñas monedas de plata.
MARCIO. Cálmate, Cleopatra; han confesado ya que son raptores. ¡Tornemos, pues, a nuestros penates, Cleopatra! Además, estamos ya tan habituadas a este paraje... ¿Verdad, Marcio, que son preciosas estas montañas? MARCIO. No te entiendo, Cleopatra; ¿a qué viene ahora el hablarme de las montañas? CLEOPATRA. Os enojáis; pero os aseguro, Marcio, que no somos culpables.
Los romanos, poco navegadores, ni aun fijaron su mirada en el Istmo de Suez, porque sus legiones estaban habituadas a recorrer la tierra entera con su paso marcial. Ha sido necesario el portentoso desenvolvimiento comercial del mundo de Occidente, para que el sueño de abrir rutas marítimas nuevas y económicas se convirtiese en realidad.
El engaño ideado por el hombre, la astuta destreza humana, conseguían manejar fácilmente, como una mercancía, a estas fieras habituadas a la libertad del campo. Llegaban los toros que habían de ser expedidos en el tren galopando por una ancha y polvorienta carretera entre dos alambrados de agudas puntas.
Padres que leais este libro, antes que á un colegio, antes que á esas escuelas, en donde pagais tanto dinero para que os desnaturalicen vuestras hijas, enviadlas á una aldea. En una aldea serán ignorantes: en el colegio son ignorantes, impacientes, mal habituadas y locas. Si yo tuviese un hijo y me preguntara: ¿qué cualidad es la primera que debo buscar en la mujer, que haya de ser mi esposa?
Palabra del Dia
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