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Yo le doy a leer los libros de mis amigos, y luego le pregunto qué es lo que opinamos de ellos. La Rosario tiene un criterio literario en el que la crítica no ha ejercido aún su perniciosa influencia: un criterio sano y honrado. Algunos autores, al enviarme sus obras, lo hacen dedicándoselas ya a la Rosario, y no falta quien le prodigue adjetivos laudatorios para congraciarse con ella.

La atraje hacia , le prodigué mil palabras cariñosas, y traté de alejar con mis caricias el temor, la inquietud de su espíritu. Ella bebía con amor cada una de mis palabras; su rostro febricitante estaba pendiente de mis labios y de vez en cuando un débil suspiro se escapaba de su pecho. ¡Oh! ¿Por qué no has estado siempre a mi lado? exclamó, acariciándome las manos.

Como las nubes de mirra Que perfuman el sagrario, Y brotan del incensario De las brazas al calor, Al fuego del entusiasmo De mi cabeza han brotado Los cantos, que he consagrado A la Patria y al Señor. Jamas prodigué alabanzas A un miserable tirano, Ni del pueblo soberano Las banderas deserté: Fija la vista en el cielo, Nutrido de amor intenso, A Dios y al Pueblo el incienso Del corazon consagré.

De la Naturaleza es la dádiva del precioso tesoro; pero es de las ideas que él sea fecundo o se prodigue vanamente, o fraccionado y disperso en las conciencias personales, no se manifieste en la vida de las sociedades humanas como una fuerza bienhechora.

He amado mucho, he sufrido mucho, y también he gozado, que no es esta hora de mentir, ni siquiera de disimular.... Y mira, no creas que yo he sido tan malo como dicen.... Anduve por el mundo locamente y pequé y caí veces innumerables; pero otras veces, ¡también muchas!, levanté a los caídos en mis brazos, prodigué a los tristes mi corazón y mi fortuna..., fuí piadoso y noble....

Ve a ver lo que hace dijo papá; sin duda te ha de necesitar. Salí de un brinco y a saltos subí la escalera que conducía a su habitación. Esta estaba cerrada. ¡Marta, abre! Soy yo. Nadie se movió. Rogué, supliqué, prometí repararlo todo, le prodigué mil nombres cariñosos: todo fue inútil.

La señorita Helouin es además bonita, inteligente y llena de talento, y aunque prodigue un poco todo esto, por la vivacidad de sus salidas, su febril coquetería, y esa ligera pedantería que son las propensiones habituales del empleo, convengo en que había muy poco mérito en sostener el papel caballeresco que me había propuesto.

Mi pensamiento y mi voluntad, durante largos meses, le han prestado y le prestarán forma, y le han dado y le darán alma semejante a la de aquel que me la dio toda. En los besos que estampé en su noble rostro, cuando moría, hubo más verdadero amor que en todos los abrazos que al otro prodigué alucinada. De esta suerte, doña Luz hizo a su amiga sus más íntimas confidencias.