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Actualizado: 15 de octubre de 2025
Nélida dio detalles de su instalación. Ocupaba sola un pequeño camarote; en otro inmediato estaba su hermano; más allá sus padres, en uno más grande. Vería luz en la puerta entreabierta. No tenía más que llegar cautelosamente, arañar la madera... Pero se detuvo en sus indicaciones. ¡Ya llega ese imbécil!... ¡La orden para ir a dormir!
La Valcárcel dormía. Dormía de veras, con la boca un poco entreabierta. Dormía con fatiga; la antigua arruga de la frente había vuelto a acentuarse amenazadora. Bonis se tuvo lástima en nombre de todos los suyos. Sintió, con orgullo de raza, una voz de lucha, de resistencia, de apellido a apellido: lo que jamás le había pasado en largos años de resignada cautividad doméstica.
El día 3 de marzo, a las ocho de la mañana, despertose espontáncamente L'Ambert, sonrió satisfecho a los primeros rayos del sol que penetraron alegres por su entreabierta ventana, tomó el pañuelo de debajo de la almohada, y se lo llevó a la nariz a fin de esclarecer sus ideas. Pero el pañuelo de batista sólo encontró el vacío: la nariz ya no existía.
Yo la atraje a mí y la senté sobre mis rodillas sin que ella opusiese resistencia; inclinó la cabeza sobre el pecho, luego la alzó, me miró destellando de sus magníficos ojos negros un fuego casi divino, y me dijo con las manos puestas sobre mis hombros con la boca entreabierta, los labios trémulos, embriagándome con el perfume de su aliento. ¡Luis! ¡Luis! ¡ten compasión de mí!
Por la puerta entreabierta llegaba hasta Jaime una densa bocanada de respiraciones ardorosas, de sudor y ropas burdas. Experimentaba Febrer cierta simpatía por estas buenas gentes cuando las tropezaba por separado, pero la muchedumbre inspirábale aversión, y permanecía lejos de su contacto. Muchos domingos bajaba al pueblo para quedarse en la puerta de la iglesia, sin entrar en ella.
Ella hará que este sér su afan soporte cercana viendo la entreabierta tumba, ni tan valiente que su vida corte, ni tan cobarde que al dolor sucumba. Como en la oscuridad busca el que ciega alivio de su bárbara fortuna, yo buscaré la paz que se me niega de mi propio dolor en la amargura.
La hermosa cabeza inclinada a un lado, los ojos medio cerrados, la boca entreabierta, dilatada por una sonrisa feliz, donde todo su ser se anegaba, parecía la bayadera del Oriente ostentando con arrobo místico en la soledad y misterio del templo la suprema gracia de su carne dorada como las hojas del loto en el otoño, el brillo fascinador de sus ojos.
Y la mano del bufón estrechaba ardiente y calenturienta la mano de Dorotea, y sus ojos cruzados, encendidos, extraviados, se fijaban en ella con una ansia dolorosa, y en su boca entreabierta, por la que salía una respiración ronca, asomaba ligera espuma blanca. La joven se aterró al ver el aspecto del bufón, y quiso desasirse.
¿No está usted fatigada, señorita? No, no; adelante. Pronto concluiremos; faltan solamente tres cargas. Aunque no quería confesarlo, se hallaba horriblemente fatigada. Sus hermosos brazos, que se trasparentaban dentro de la bata sutil que los cubría, se iban moviendo cada vez con menos soltura: tenía la boca entreabierta y respiraba aceleradamente.
Se imaginó ver unas cabezas que le atisbaban asomadas a una esquina del corredor y que de pronto se ocultaron. Pero ya no podía retroceder, y siguió adelante, mirando los números de los camarotes. La puerta estaba entreabierta, y antes de que él llegase se marcó en su estrecho rectángulo de luz la arrogante figura de Nélida.
Palabra del Dia
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