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Actualizado: 15 de julio de 2025


Quise asegurarme de ello, y al terminar el ensayo, después del admirable trío del quinto acto, subí al piso segundo. Meyerbeer, que deseaba hablar conmigo, me acompañaba. Llegamos al palco, cuya puerta estaba entreabierta, y vimos al desconocido con la cabeza oculta entre las manos.

Marta fue a incorporarla; pero al hacerlo, los ojos de su madre se clavaron en ella, fijos, inmóviles, terribles. Aquella mirada penetró hasta lo más hondo del corazón de la pobre niña, y dando un grito espantoso, desgarrador, la dejó caer sobre la almohada. La cabeza de la señora de Elorza se desplomó como si estuviese descoyuntada, con la boca entreabierta y los labios rígidos.

Sus ojos azules, dulces de ordinario, lanzaban centellas luminosas; su afilada y recta nariz, hinchada por la cólera, mostraba muy dilatadas las ventanillas; las cejas, frunciéndose en el centro, daban mayor majestad a su frente; la boca entreabierta dejaba ver unos dientes blancos, iguales y firmes, y sana frescura y vivo color de carmín en encías y lengua.

Algunos días después notó Isidro que el señor Vicente retardaba sus salidas matinales, o volvía a casa muy temprano, como buscando una ocasión para hablar con él. Le miraba por la puerta entreabierta, al pasear por su biblioteca mascullando oraciones; pero no osaba pasar adelante, como si temiese abordarle en presencia de Feli.

La casa estaba muda, cerrada, como el retiro misterioso donde, para gozarse en mismo, se hubiera confinado el silencio; la puerta principal entreabierta. Isidora, al tocarla, sintió como un valor repentino. El contacto de su propiedad le devolvía el dominio de misma. ¡Revelación magnética de su derecho! Con voz clara preguntó al conserje por la marquesa.

Pero éste, después de un momento de silencio durante el cual se pasó una mano por la frente y lanzó en su derredor una mirada de duda, contempló una vez más el cuerpo exánime que yacía en el suelo, las formas rígidas de la muerta, el rostro más blanco aún que al principio, sobre el cual las manchas de sangre iban perdiendo su color purpúreo al secarse, la boca todavía entreabierta, los ojos fijos, ya no en éxtasis, sino tremendos; y entonces, extendiendo el brazo, repitió con voz sorda y agitada: Atestiguo que esta mujer ha sido asesinada.

Entraban nuevos clientes casi todos formando parejas así como iba cayendo el día. El camarero hizo pasar al comedor cerrado á unas mujeres pintarrajeadas y con grandes sombreros, seguidas de unos jóvenes. Por la puerta entreabierta salió un ruido de persecuciones, de choques y saltos, con brutales carcajadas y risas de sofocante cosquilleo.

El creía ver todo esto, ¡pobre hombre! Su pipa, que el tiempo había vuelto negra como el ala de un halcón, había caído de su boca entreabierta, sin que él se diera cuenta; sus ojos se llenaban de lágrimas, su corazón latía con violencia.

Sentados sobre la Peña bebían por su entreabierta boca el aire de las alturas, nítido y fresco como el aliento de los ángeles. La luz se desprendía en efluvios infinitos por los orbes azules, haciéndoles centellar. La soledad y el silencio, tan amargos en la tierra, eran allí dulces y amables. Ningún ruido terrestre profanaba la majestad de aquella gloria.

Palabra del Dia

godella

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