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Actualizado: 9 de octubre de 2025


Procediendo por inducción, le llevó luz y un vaso de agua. Pero don Roque se enfureció, tiró el vaso al suelo, gritó como un energúmeno. Imposible, no obstante, averiguar qué querían decir aquellos rumores huecos, temerosos, infernales, que nacían en su garganta, y antes de salir se reflejaban con terrible resonancia cuatro o cinco veces en las paredes de su enorme cavidad bocal.

Tiene usted que arrodillarse y besarle la mano dijo el oficial. Zalacaín no replicó. Y darle el título de Majestad. Zalacaín no hizo caso. Don Carlos no se fijó en Martín y éste se acercó al general, quien le entregó las letras firmadas. Zalacaín las examinó. Estaban bien. En aquel momento, un fraile castrense, con unos gestos de energúmeno, comenzó a arengar a las tropas.

Cuando se enfadaba con los empleados de su casa, lo cual sucedía a menudo, y notaba que se ofendían con sus palabrotas injuriosas, solía decirles gritando como un energúmeno: ¿Sabéis, f...., cómo he llegado yo a tener dinero?... Pues recibiendo muchas patadas en el trasero. Sólo a fuerza de puntapiés se logra subir arriba. ¿Estamos?

Era un sugeto de excelente corazon, pero de endemoniada cabeza, infatuado con su noble estirpe, intolerante en todo, porque no admitia contradiccion, y energúmeno en su tenaz absolutismo y su odio á las ideas democráticas. El otro marques, mi compañero de viaje el noble demócrata era un tipo enteramente opuesto.

Los poetas crapulosos, como Baudelaire y Rollinat, se hartan y se hastían de sus goces; sienten aspiraciones infinitas, hundidos ya en el fango, y después de haber renegado de Dios; y aquí te quiero escopeta. Cada uno de ellos parece un energúmeno. Sus versos son pesadillas de un ascetismo bastardo y sin esperanza.

Y el soplado personaje, que se sentía dominado por aquellos seis diablillos en cuanto se relacionara con su empresa electoral, no tenía más remedio que parar su caballo cuando se le acercaban los animales, fijarse en ellos, y comenzar a gritar como un energúmeno: ¡Oh!... ¡Magníficos! ¡Qué gallardía! ¡Qué cuarto trasero! ¡Qué anchos! ¡Soberbia raza! ¿Son de usted, buen hombre? preguntaba por remate al conductor.

El vinillo, el vinillo... clamaba el Prior, acompañando sus palabras con un puñetazo sobre la mesa, que retumbó como un trueno y ahuyentó á los dos últimos frailes que habían permanecido á la puerta. Y avanzando como energúmeno hacia el quejoso, preguntaba con voz ronca y descompuesta: Vamos, ¡el vino! ¿Qué tiene el vino? Volvió la cara en esto el P. Cándido y se halló solo con el tremendo Prior.

Todavía, sujeto por Mario, Carlota, D.ª Carolina y la criada, gritaba como un energúmeno, los ojos inyectados, el semblante descompuesto: ¡No se casará usted con mi hija, no! ¡Yo lo impediré aunque sea a costa de mi sangre!... En mi casa no atacará nadie impunemente la ley de la selección... ¡Vergüenza había de darle, con los caracteres orgánicos que usted presenta, intentar un matrimonio que ha de ser funesto para la raza!... Yo no quiero una descendencia degradada... ¿Lo oye usted bien?... ¡No la quiero!

Pedía al cielo por su marido el alemán, que tal vez á aquellas horas empleaba todas sus facultades de energúmeno en la mejor organización del aplastamiento de los débiles; rezaba por sus hijos, oficiales del rey de Prusia, que revólver en mano entraban en pueblos y granjas, llevando ante ellos á la muchedumbre despavorida, dejando á sus espaldas el incendio y la muerte. ¡Y estas oraciones iban á confundirse con las de las madres que rogaban por la juventud encargada de contener á los bárbaros, con los ruegos de aquellos hombres graves y rígidos en su trágico dolor!...

El senador experimentaba una gran molestia al recordar que era en su respetable vivienda donde se habían conocido los culpables. Pero su cólera la dirigió contra el esposo. ¡Qué falta de saber vivir!... Las mujeres son las mujeres, y todo tiene arreglo. Pero después de las imprudencias de este energúmeno no era posible una solución elegante, y había que entablar el divorcio.

Palabra del Dia

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