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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Nadie protestó; el mismo Valle, que era a quien correspondía poner correctivo a aquellas palabras, se las tragó; el alférez pudo seguir gritando cuanto quiso. ¿Sabes le dijo Miguel cuando estuvieron solos en el cuarto que no es precisamente la dulzura lo que te caracteriza cuando tienes que dirigirte a tu hermana? Enrique encogió los hombros en señal de desprecio.

Siempre se acordaría de aquella tarde en que se sintió indispuesta en las carreras y el mismo barón fue por una taza de te y se la sirvió por su propia mano. La misma sobrexcitación heráldica le impulsó a dirigirse a su primo en tono jovial. ¿Y qué tal, qué tal el marquesito del Lago? Dicen que es un cazador de primera fuerza. Tristán se encogió de hombros con desdén.

Por la noche tales cosas espeluznan manifestó el marica de Sierra guiñando el ojo a los otros. Lo que hay que pensar ahora, Amalia, es lo que se va a hacer con esta niña. La dama se encogió de hombros con indiferencia. Phs... no ... La dejaremos esta noche aquí. Mañana le buscaremos una nodriza que quiera tenerla en su casa... porque en ésta, a la verdad, es un trastorno.

El abogado, cuya fisonomía había tomado un aspecto más grave aún, se encogió de hombros sencillamente, y dijo: Debemos, por cierto, aguardar el resultado de la investigación, pero tengo la creencia, por ciertos informes que poseo, de que Burton Blair no ha fallecido de muerte natural.

Y una vez terminada esta carta, Currita se encogió de hombros y se quedó tan fresca.

Desembocaron al fin en una plaza o plazoleta, en el centro de la cual trabajaban algunos obreros levantando un artístico pedestal de mármol. Es el pedestal para la estatua del señor duque dijo el director de las minas en voz alta. ¡Ah! ¿Con qué van a colocar ahí su estatua, duque? exclamaron unos cuantos rodeando al prócer. Este se encogió de hombros haciendo un gesto de desprecio. No .

Doña Clorinda, que no te podía ver, por considerarte un frívolo, un vago pernicioso, hace de ti los mayores elogios, á causa del perdón de esa deuda enorme y de tu propósito de ayudar á la duquesa. Dice que eres un caballero digno de otros tiempos, un gran corazón... Miguel encogió los hombros. ¡Lo que le importaba á él la tal doña Clorinda!... Esto exasperó á Castro.

Andronico á las quejas de tantos daños como hacian los Catalanes en sus Provincias, encogió los hombros, atribuyendo á sus pecados el castigo que Dios le enviaba y confesaba que no era poderoso para resistirles.

Pero, amigo Rodríguez, hay otra ¡hay otra! . Esta forma, más o menos larvada, más o menos esfumada, escapa a la investigación de los espíritus superficiales, pero no a los temperamentos reflexivos. ¿Estamos, amigo Rodríguez? ¿Estamos? El pobre Rodríguez se encogió, se encogió hasta quedar convertido en un trapo.

Acabó por no ocultar la admiración que le inspiraba su maestría de navegante. Conoce usted bien su mar dijo el conde. El capitán se encogió de hombros sonriendo. Era verdaderamente suyo. Podía llamarle mare nostrum, lo mismo que los romanos, sus antiguos dominadores. Como si adivinase el fondo á simple vista, mantuvo el buque en los límites del extenso banco de la Aventura.

Palabra del Dia

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